Tras tres años de silencio, Manuel Carrasco (Isla Cristina, Huelva, 1981) presenta La cruz del mapa, su octavo disco de estudio. El cantante ha trabajado durante un año en la composición de este trabajo, registrado el pasado verano en el mítico estudio londinense de Abbey Road.

—¿Este disco radiografía su vida?

—Sí, viene a ser una metáfora en la que el mapa sería la vida, y la cruz, las diferentes marcas que vamos teniendo a lo largo de los años. Las buenas y las malas, que reflejan los momentos, las personas, las fechas, los lugares… Todo eso está.

—14 historias con poesía.

—Son canciones con un mensaje muy currado. Intento que tengan una belleza especial, pero, sobre todo, que el contenido sea importante. Y, bueno, hay muchos capítulos en esta cruz del mapa. Hablo de mi infancia, de la pérdida, del amor en diferentes fases, la amistad, la locura, la pasión, el respeto… Hablo de muchas cosas, del sentimiento de superación para conseguir lo que necesitas y lo que quieres en la vida. Y también del dolor, de la alegría.

—¿Una retrospectiva a sus 37 años?

—No lo he hecho de una manera consciente, pero sí, de alguna manera viene a ser un reflejo de mis vivencias y del estado de ánimo que uno tiene en estos últimos tiempos.

—¿Cómo fue su primera vez en los estudios Abbey Road?

—Una maravilla. Primero, por el lado romántico y, segundo, por el aspecto técnico, porque es una sala increíble, con un material flipante: los micrófonos, los pianos... Esos pasillos y esas paredes con más de 150 años. Hasta la señora que está en el comedor es la misma que servía a Paul McCartney y John Lennon, pero 50 años después. El ambiente que se vive allí es increíble. Para todos los músicos es un regalo estar en el estudio 2, donde grababan los Beatles.

—En las piezas ‘Me dijeron de pequeño’ y ‘Déjame’, parece que bucea en sus raíces. ¿Es así?

—Empiezo con la infancia y acabo en estos días. Cuento parte de mi historia en cinco minutos y algo. Tiene que ver un poco con lo que decía antes, que finalmente creo que he conseguido las cosas pero con mucho trabajo, porque llegar hasta aquí, cantar en estadios y publicar discos no ha sido fácil. Como que sentía que tenía que contar esta historia, lo difícil que es conseguir los sueños. De alguna manera, la gente se siente muy identificada porque todos hemos sido niños y tenemos una historia parecida en muchos aspectos. Algunos han podido conseguir todo lo que se planteaban y otros no, pero siempre hay tiempo para eso y esta canción me sirve para explicarlo.

—¿Se siente afortunado?

—Mucho, mucho… Me siento un privilegiado porque lo que he hecho me parece absolutamente mágico. Pero esto lo sabe solo el que está en mi situación, porque es una profesión tan bonita y a la vez tan dura. Lo que significan las canciones para la gente, lo que cambian su vida... Eso no dejará nunca de sorprenderme. Es verdad que la música cura. A las pruebas me remito.

—Canta que está cansado «de la gente de mentira».

—Es que hay un mundo más flaseado, de ficción... Es una posición donde te regalan mucho los oídos. A veces es muy bonito y es de corazón, pero uno con los años se va dando cuenta y no es tan grato.

—’Véte’ es la canción más reivindicativa, contra las injusticias y la violencia sexista.

—Sí, y también contra la falta de respeto. Por desgracia, estas canciones son necesarias. Y como son necesarias hay que contarlas, hay que cantarlas, hay que gritarlas. La canción es como un grito y la parte central es como un ánima en los conciertos, donde vamos a poder desahogarnos.

—’Mi única bandera’ está dedicada a su hija Chloe, de 18 meses. ¿Por qué este título?

—Con todo lo que está ocurriendo, quizá he querido dar importancia a lo que verdaderamente la tiene, que son las cosas que tenemos cerca, las personas que queremos.