Hace un par de semanas, en la ceremonia de la 60ª edición de los premios Grammy, Camila Cabello subía al escenario del neoyorkino Madison Square Garden para presentar nada menos que a U2, luciendo perfecta y segura de sí misma en su papel de enésima encarnación del sueño americano. Momento en el que recordó su condición de «orgullosa inmigrante cubano-mexicana, nacida al este de La Habana», levantando una gran ovación.

La chica no se cortó y procedió a sumarse al debate alrededor de los dreamers, como se llama a los niños, hoy adultos, que llegaron un día a Estados Unidos acompañando a sus padres indocumentados. Estos soñadores «levantaron el país» y «nunca se rindieron», añadió ella apuntando a los planes de la administración de Donald Trump en materia de política migratoria. Más aplausos.

No hay duda de que Camila Cabello pisa fuerte. El 3 de marzo cumplirá 21 años, pero ni es una recién llegada a la industria del pop ni se puede decir que la fama la haya descolocado. Todo lo contrario: es eso exactamente lo que buscaba desde que, a punto de convertirse en quinceañera, cuando su madre le pidió qué regalo quería para su cumpleaños, respondió que su permiso para presentarse en la preselección del programa The X Factor. Y aunque no ganó el concurso, consiguió algo quizá mejor: ser elegida para integrarse en un ambicioso grupo de chicas, Fifth Harmony, con el que grabó un par de trabajos que cosecharon discos de oro y platino.

Nacida, en efecto, en Cuba, en la humilde localidad de Cojímar, que forma parte del municipio de Habana del Este, Camila Cabello se trasladó siendo pequeña con sus padres a la Ciudad de México, y de ahí a Miami. De todo este tránsito le ha quedado un dominio natural de la lengua española con un acento latino poco localizable y que denota muchas influencias solapadas (corren por internet vídeos en los que se deleita imitando los acentos de los distintos países hispanohablantes).

Adiós a Fifth Harmony

Fifth Harmony la llevó de gira más allá de Estados Unidos, a lugares como Lisboa, París, Colonia, Dublín o Barcelona, concretamente al Sant Jordi Club, donde actuó en octubre del 2016. Había entonces marejada en el interior del quinteto: sus compañeras no llevaban bien que hubiera grabado por su cuenta un single con Shawn Mendes, I know what you did last summer, y se mascaba el desencuentro. Dos meses después, Camila anunciaba su marcha de Fifth Harmony, grupo que ha seguido adelante sin ella (con mucha menos fortuna comercial). En una actuación del año pasado para MTV, sus despechadas compañeras montaron un gag saliendo a un escenario ensombrecido, luciendo cinco siluetas, una de las cuales salió violentamente despedida por los aires. Buen rollito.

Nada que pudiera afectar a la decidida Camila, que debutó en solitario el pasado mayo con la canción Crying in the rain, perfilando un registro pop con injertos de electrónica y r’n’b. Pero fue el siguiente trabajo, Havana, el que la proyectó con fuerza a través de una sensual cadencia de son cubano, rubricada con el mensaje de «my heart is in Havana» («mi corazón está en La Habana»). Esta canción es el banderín de enganche de Camila, su primer disco largo a su nombre, lanzado este pasado mes de enero.

Invitada en parte de la última gira de su compatriota Bruno Mars y catapultada como cara fresca del star system estadounidense luciendo latinidad sin complejos, Camila Cabello recordó en su parlamento en los Grammy que sus padres la trajeron «sin nada en los bolsillos, salvo esperanza».