Con su inconfundible y sencillo pelo recogido en una coleta baja, con un vestido de mangas abullonadas, de espaldas y de perfil, Tamara Falcó (Madrid, 1981) es la protagonista del número de marzo de 'Vanity Fair'. Sin más titular que el nuevo título que ostenta por vía paterna, 'La Marquesa', la revista le dedica en portada esta frase de Albert Camus: "El encanto es una forma de obtener una respuesta afirmativa sin haber hecho un pregunta clara". Y no es pequeño el piropo, pero es que tampoco se quedan cortos los méritos de la homenajeada, que desde hace tiempo triunfa por méritos propios, y no solo por ser hija de Isabel Preysler y el difunto Carlos Falcó. Fotografiada por Javier Biosca, el reportaje se traslada hasta el palacio del Infante Don Luis, en Boadilla del Monte (Madrid), para retratar a la marquesa de Griñón. Entre las paredes señoriales y los infinitos pasillos, Tamara habla de su familia, su firma de ropa, sus clases de cocina, la monarquía, la política y, por supuesto, de su amor por el diseñador Íñigo Onieva. También habla de otras cosas menos amables, como los efectos de la sobreexposición que conoce desde niña: "Yo soy muy fan de las terapias. Todos tenemos dudas. Vivir es complicado. Tengo un consultor espiritual que cumple una función y el psicólogo cumple otra. A mí me ha ido fenomenal. Descubres muchas cosas sobre ti misma. Cuando fui, no sabía que el duelo de tío Miguel Boyer no lo había pasado todavía", explica.

Tamara ha convertido su nombre en una marca de éxito y cada uno de sus movimientos los siguen un millón de fans (solo en Instagram congrega un millón). Tiene una firma de ropa, TFP, y es imagen de todo tipo de empresas. Además, cocina y triunfa en la televisión, donde es colaboradora estrella de 'El Hormiguero' (Antena 3). Además de su aparición estelar en el programa de Pablo Motos, quien dice de ella que es "magnética", Tamara también interviene los viernes por la noche en 'El desafío' (A3), donde ejerce de jurado. Antes, el punto de inflexión en su carrera fue su participación en 2019 en el programa Masterchef Celebrity (TVE), en el que se proclamó vencedora. Si no hubiera sido conocida, no me habrían llamado para aquello, y tampoco estaría haciendo esta entrevista ahora, ríe.

El lado oscuro de la fama

En la entrevista, Tamara recuerda cómo conoció reverso de la fama, a finales de 2016, cuando atravesaba un momento de inestabilidad emocional. De una manera muy gráfica, recuerda: “En esa época desayunaba filetes empanados”. Ganó 20 kilos, y fue carne de cañón en las RRSS. “Lo pasé muy mal. Entonces, muchos contratos que tenía firmados se cayeron. Algunas marcas me dijeron que mi físico no era el que requerían para sus productos. Me penalizaron. Mi hermano, [el cantante] Enrique [Iglesias] no lo comprendía: “Tamara, ¡no te pueden dejar sin trabajo por haber engordado!”.

"Yo, en parte, entendía que habían contratado una imagen y ya no era la misma, pero tengo dudas sobre si eso era ético”, afirma.

Tamara asegura que le da una importancia relativa al dinero: "No me puedo quejar porque me va bien, pero rica son otras palabras". Y se siente afortunada con lo que tiene. "Creo en la divina providencia, pero es más fácil que Dios te ayude cuando te pilla trabajando. Hay que tener cuidado con que el dinero controle tu vida. Soy la primera a la que le gusta vivir bien y me doy mis caprichos porque trabajo duro. Escucho a gente decir que se ha salvado porque tiene dinero, pero yo pienso que no tiene un poder en sí. También reconoce que su mayor virtud es su personalidad, como le dice su madre, aunque a veces, confiesa, también ha sido su "cruz".

Cuenta con orgullos que tiene detrás un ejército de fans que la protegen de los 'haters', que también los tiene. “Algunos hay, pero me siento muy protegida por mis fans. Son maravillosas. Se han hecho amigas entre ellas. El otro día salió un troll en Instagram que se llamaba Odio a Tamara Falcó y se organizaron: ‘¡Chicas, han vuelto!’. Se pusieron manos a la obra. Me mandan unos vídeos, unas cartas... Les digo que no deberían tener ídolos”. Además de a sus admiradores, cuenta con el apoyo de la familia: "Mi hermano Enrique, que es lo más llano del mundo, a mami... Lo que yo he conseguido está por debajo de su ejemplo".

La ausencia de su padre "fue un 'shock'", tal como cuenta en el reportaje: "Estas pasadas Navidades han sido muy duras. Él estaba planeando ir a una boda de una prima. Había 8.000 personas invitadas y le dije: ¿Pero cómo vas a ir? No pudo asistir. Lo ingresaron a los días. Formaba parte de esa generación que no se queja por nada".

Para su nuevo amor, Íñigo Onieva, solo tiene cumplidos. Faltaría. "Está lleno de vida y es una persona superpositiva. Y eso a mí me encanta". Lo suyo no fue un amor a primera vista: "Fue poco a poco. Nos conocimos en el cumpleaños de mi amiga Mylu Luisa Bergel, hija del financiero Jaime Bergel, en la época pre-Covid. Él dio el primer paso y la verdad que me encantó que lo hiciera".