El Pardo (Madrid), su lugar natal, y Colinas de Trasmonte (Zamora), donde a los 27 años, la edad de los mitos caídos (Joplin, Morrison, Hendrix, Cobain, Winehouse...), se ocultó para siempre la cantante y compositora Cecilia, encierran una biografía donde persona y artista se confunden en una mixtura de talento y carisma que delatan sus letras, recopiladas ahora en Cancionero (Visor de Poesía).

Muy lejos de la imagen vulnerable, delicada e inerme que pudiera transmitir, Evangelina Sobredo Galanes -Eva para los más afectos y Cecilia en los escenarios- «no era tan tímida como pareciera, pensaba mucho y de forma constante, era muy exigente y nada fácil: toda una líder», resume Teresa Sobredo, su hermana.

Santa Teresa, san Juan de la Cruz, Rafael Alberti y Valle-Inclán fueron algunos de los libros de cabecera de una niña inquieta, adolescente bulliciosa y artista en permanente agitación intelectual. «Fue una persona muy precoz. En general se adelantó a su época porque tenía una capacidad creativa genial. Era una artista tremenda en todos los terrenos, siempre pensando en qué hacer», evoca Teresa Sobredo, doctora en Filosofía Árabe en la Universidad Complutense de Madrid e investigadora académica para numerosos centros.

La ecología, el feminismo, el urbanismo sin control y las injusticias sociales merodearon sus canciones como una profeta del siglo XXI durante los últimos años del franquismo, dueña de un mensaje que no fue sino «una llamada de atención a una sociedad cansada pero necesitada de cariño», apunta el etnógrafo y musicólogo Joaquín Díaz en Cancionero.

Mística sin religión, como todos los filósofos, Cecilia razonó a contracorriente, rebelde e inconformista, en temas como Dama, Dama, donde radiografió a la alta sociedad; Un ramito de violetas, donde hizo gala de un romanticismo «pero con enigma»; y Llora, su visión de la mujer. Cecilia, seducida también por la cultura árabe durante su etapa en Jordania, donde estaba destinado su padre -marino, diplomático y alto funcionario del Estado-, defendió su integridad artística del sesgo comercial de las discográficas, convencida de que sus canciones «estaban hechas para más largo plazo», agrega Teresa.