Dice Bunbury que su producción musical se apoya en tres patas: el rock anglosajón, la música negra americana y la tradición latinoamericana, un apéndice que cobra protagonismo por fin en Licenciado Cantinas, un disco con versiones "bastardas" de temas añejos que suena a desahogo, a embriaguez y a cantina. En una serie de vídeos colgados en YouTube, el cantante español desgrana desde Los Ángeles el proceso de elaboración del noveno disco en solitario de su carrera, que publica mañana tras casi diez años atesorándolo en su mente.

En ellos precisa que, aunque haya tomado una serie de temas panamericanos como El mar, el cielo y tú, Llévame, Mi sueño prohibido o el single Ódiame, su forma de abordarlos es la de un roquero que toca con otros roqueros, más preocupado por modelar "un disco de percusión" que un álbum de música latina. Entre todas esas canciones, aprendidas en cantinas de Latinoamérica, pensó que podía contar una historia, la del licenciado del título, con cuatro partes diferenciadas que se nutren de autores como Agustín Lara, José Alfredo Jiménez y Roberto Goyeneche.

CANTINAS DECADENTES "He descubierto cantinas maravillosas y decadentes, con textos profundos y tan dramáticos como cualquier blues del Delta o cualquier canción de Bob Dylan", explicó el artista en una reciente entrevista con Efe, en la que comentó que este disco era "una deuda con esa música y también un agradecimiento". Relata el exlíder de Héroes del Silencio que en aquellas fondas, además de inspirarse, se castigó mucho. Así son estas canciones, un lamento ebrio de alcohol y de pasado en las que acentúa su peculiar forma de interpretar, arrastrando las vocales y potenciando el desasosiego de las letras, lo que le acerca a intérpretes de la cuerda de Chavela Vargas.

De todos esos mimbres, resulta un "rock bastardo" en el que confluyen tubas, acordeones, percusión africana y latina, música andina, cumbia, sonoridades centroamericanas, caribeñas, tangos argentinos... En 2010, tras la presentación de su anterior disco de estudio, Las consecuencias, anunciaba un fin de ciclo y, ya en abril, con Gran Rex (2011), grabado en directo en Buenos Aires, adelantaba que su nuevo álbum "podría sorprender a los fans más fundamentalistas".

En su nuevo trabajo, el intérprete de Salomé utiliza una producción preciosista y colorida instrumentalmente, no tan anclada en las guitarras. Persiste, eso sí, en una senda menos eléctrica y más intimista, pero los momentos de oscuridad se alternan con otros más luminosos en busca del contraste, para forjar una imagen.

Cabe reseñar por último que, además de contar puntualmente con algunos músicos octogenarios, muestra un óptimo estado de acoplamiento con su nueva banda, Los Santos Inocentes, tras la extensa gira que realizaron en 2010. "Es el momento de los campeonatos de élite", anunciaba el cantante a modo de reto el pasado mes de abril, antes de su elaboración.

Ahora le toca al público aceptar o no su envite, que bien podría sustentar musicalmente una aventura del Corto Maltés y que podría constituir, como señalan sus músicos, un paso definitivo hacia un nuevo Enrique Bunbury.

El aragonés presentará el disco en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza el próximo 20 de enero en un concierto para el que todavía hay entradas disponibles al precio de 35 euros.