Abuelos, padres y niños vestidos con ropas de domingo o bermudas; políticos y ciudadanos de a pie; gente llegada de todos los estados, inmigrantes; conservadores y ultraconservadores. Representado por cerca de 200.000 de sus ciudadanos, EEUU desfiló ayer por la rotonda del Capitolio, en Washington, con el fin de dar el último adiós a Ronald Reagan.

Mientras las televisiones continuaban su amplia y elegíaca cobertura y se preparaban para la retransmisión en directo del funeral de Estado que hoy tendrá lugar en la Catedral Nacional, unos pocos hicieron un hueco en la memoria y recordaron algunos de los puntos más negros de los ocho años de mandato del llamado Gran Comunicador .

"Era un carnicero", decía en The Washington Post Miguel D´Escoto, el ministro de Exteriores nicaragüense durante el Gobierno sandinista al que Reagan intentó minar financiando con 1.000 millones de dólares a la contra . Comentarios similares llegaban desde Guatemala, Honduras y El Salvador (a cuyo Gobierno represor Washington dio 4.000 millones de dólares). Esos recordatorios estaban ausentes en las inmensas colas que se formaron a las puertas del Capitolio. Allí, los ciudadanos esperaron entre dos y siete horas para pasar ante el féretro cubierto por la bandera de barras y estrellas.

La seguridad será un punto clave de este primer funeral de Estado tras el 11-S. Unos 3.600 agentes vigilarán el que ha sido considerado un "acontecimiento de seguridad especial". El país estará pendiente de las intervenciones en la catedral del presidente, George Bush, su padre --vicepresidente con Reagan-- y de la expremier británica Margaret Thatcher.