El reconocimiento lo dice todo. «Gracias por no dejar de buscarme». Él mismo se buscó y lo encontraron. Se llama Javier Matías Darroux Mijalchuk. Para las Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina es el nieto recuperado número 130 cuyos padres fueron secuestrados y desaparecidos durante la dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983.

La sociedad lo conoció durante una rueda de prensa en la que estuvo acompañado de su tío y la presidenta de las Abuelas, Estela de Carlotto. «Para nosotros es el premio más merecido que tiene nuestro país, una lucha que da resultados positivos como es el encuentro del nieto 130», dijo ella.

«Hoy yo estoy en la lucha por mi verdad. Quiero saber qué pasó con mis padres y si tengo un hermano o hermana», dijo el nieto recuperado. Hace 41 años Elena Mijalchuk y Juan Manuel Darroux fueron secuestrados por un «grupo de tareas». Era diciembre de 1977, y la represión estatal había alcanzado su pico de mayor intensidad. La joven estaba embarazada de cinco meses.

«Me contaron que una señora me encontró de bebé en la calle, a unas cuadras de la Esma», relató Javier Matías, en referencia al principal centro clandestino de detención por el que pasaron unas 5.000 personas dadas luego por desaparecidas o muertas.

Como otros casos de nietos recuperados, Javier Matías siempre intuyó algo que no sabía poner en palabras. Los mismos hechos lo fueron acercando a preguntas más concretas. «Me crié en una familia más bien burguesa, tirando a la derecha y yo tenía ideas más tirado a la izquierda». Siempre discutía con su abuelo de crianza sobre la situación política argentina. No había acuerdo. Y para marcar las diferencias, el abuelo de crianza le decía: «Querido, son los genes».

En el 2016 supo que es hijo de Elena Mijalchuk y Juan Manuel Darroux, una pareja desaparecida en diciembre de 1977. Pero poco y nada sabe de la historia de sus padres, de las circunstancias en las que fueron secuestrados, de dónde estuvieron encerrados ni cuál fue su destino. Por eso decidió sacar a la luz su historia: «Yo quiero saber la verdad sobre lo que les pasó, quiero saber si tengo un hermano o hermana. No es una necesidad de reconocimiento, es una necesidad de verdad».

Al final, sus amigos, que tanto le insistieron en presentarse ante las Abuelas, tenían razón: su tío lo estaba buscando hace 40 años. «La restitución de mi identidad es una homenaje a mis padres, una caricia al alma».