«Soy feliz». Tras más de cinco horas de tensa reunión con la cancillera alemana, Angela Merkel, el ministro del Interior alemán, Horst Seehofer, salía del encuentro con los conservadores en Berlín con una indicativa sonrisa. En un inesperado giro de guion, la CDU y la CSU han llegado a un acuerdo para que Alemania abra centros de detención de inmigrantes en la frontera, una solución que permite a Seehofer mantener su cargo y que evita así el hundimiento del Gobierno.

El pacto sellado in extremis por democristianos y conservadores bávaros establece que en estos «centros de tránsito» se tramitará de urgencia la solicitud de asilo de los inmigrantes y que, en caso de ser denegada, se procederá a su deportación al país de la Unión Europea (UE) al que están registrados. Para ello serán necesarios los acuerdos bilaterales que Merkel logró a finales de semana con hasta 16 estados europeos, que aceptarían la devolución de esos inmigrantes. Una solución que permite frenar la «inmigración secundaria», tema en el que insistió .

EXPULSIONES A AUSTRIA

Si los solicitantes de asilo provienen de un país con el que no hay acuerdo serán expulsados a Austria, una decisión que puede irritar al Gobierno ultraconservador de Viena. Aunque predica un mayor control migratorio, este mismo jueves el canciller austríaco, Sebastian Kurz, aseguraba que si Berlín imponía controles en la frontera, él también lo haría, lo que puede generar un efecto dominó que amenace la libre circulación de Schengen.

Ayer, los presagios eran especialmente oscuros para los conservadores. Tras una noche agónica en Múnich, Seehofer y sus correligionarios se dirigieron a Berlín para intentar llegar a un acuerdo in extremis que parecía imposible. «No me hará dimitir una cancillera que solo lo es gracias a mí», aseguraba el ministro rebelde en un tono especialmente arrogante en una entrevista al diario Süddeutsche Zeitung. Sin embargo, halcones del partido como el primer ministro bávaro, Markus Söder, hacían un llamamiento a un pacto que evitase el divorcio entre CDU y CSU.

Para tratar de solventar una de las peores crisis políticas de su historia, la CSU se reunía a las 17 horas en Berlín con la canciller y su equipo. Antes Merkel había asegurado a sus fieles que no podría mirar a los ojos a sus socios europeos si Alemania decidía cerrar unilateralmente la frontera, lo que a la práctica proponía Seehofer. Sin embargo, el acuerdo a medio camino les permite a ambos poner otro parche en su relación, mantener el Gobierno a flote y restringir severamente sus políticas migratorias.

Este golpe de efecto llega después de que este domingo Seehofer presentase su dimisión como ministro y presidente de la CSU. La presión del ala más recalcitrante, que no aceptaba su renuncia, le hizo replantearse las cosas y a las dos de la madrugada anunció que seguiría negociando. «Queda claro que vale la pena luchar por tus convicciones», ha asegurado al salir victorioso de su encuentro con Merkel. Anoche anunció que continuaba como ministro.

LA HORA SOCIALDEMÓCRATA

Aunque el fin de semana se mostraron satisfechos con el acuerdo europeo pactado por la canciller, ahora la pelota está en el tejado de los socialdemócratas (SPD), tercer partido de la coalición de gobierno, que se reunirá hoy con los conservadores. En el 2015, el partido rechazó una propuesta similar pero los tiempos han cambiado y pueden aceptar ahora este endurecimiento migratorio que supone una claudicación al discurso nacionalista de la CSU.

La CSU se enfrenta en octubre a elecciones regionales en Baviera en las que, según las encuestas, corre el peligro de perder su mayoría absoluta ante el ascenso de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que ha hecho de sus ataques a la migración su principal baza electoral.