Tras casi dos años de intensas negociaciones para la salida del Reino Unido de la unión Europea, mañana llega la hora de la verdad, en la que ambas partes -los Veintisiete y Londres- deben firmar su tratado de divorcio amistoso, para que entre en vigor en la medianoche del 29 al 30 de marzo.

En todo este tiempo, mientras la UE ha actuado como un bloque sin fisuras, las divisiones han consumido a los británicos. Pero ahora, las garantías exigidas por España sobre Gibraltar ponen en peligro la firma de dos documentos: el tratado de salida y la declaración política sobre la relación futura.

El acuerdo de divorcio de la UE y Londres establece que el Reino Unido permanecerá en una unión aduanera durante un periodo transitorio -desde la salida el 30 de marzo del 2019 hasta el 31 de diciembre del 2020- que puede ser prorrogado si en este tiempo no se llega a un acuerdo sobre la relación futura relación. El texto regula también los derechos de los ciudadanos -comunitarios en el Reino Unido y británicos en los países de la UE- y la factura a abonar por Londres a la Unión Europea.

Lo referente a Gibraltar se recoge en un protocolo de ocho páginas y seis artículos que establece las bases de la cooperación administrativa que España y las autoridades del Peñón deberán mantener en asuntos como los derechos de los ciudadanos, la fiscalidad, el tabaco, el medioambiente, la pesca, la cooperación policial y aduanera. Las dos partes, España y el Reino Unido suscriben este protocolo y han firmado esta misma semana varios memorandos de apoyo. El Gobierno español recela sin embargo del artículo 184 del Tratado, un texto corto muy genérico que según España puede dar a entender que el estatus del Peñón será negociado como parte integral de Reino Unido.

El Tratado de salida va acompañado de una declaración política sobre la futura relación del Reino Unido y la UE con el objetivo que esta sea lo más «amplia, ambiciosa y flexible» posible. En el borrador de declaración consensuada entre Bruselas y Londres no se menciona ni una sola vez a Gibraltar y este punto es el que disgusta a España, que exige que quede claro en esa declaración que lo concerniente al futuro de Gibraltar sea fruto de una negociación directa entre el Reino Unido y España y no entre la UE y el Reino Unido.

El Gobierno español amenaza con no votar a favor del acuerdo de salida del brexit si no se satisfacen sus pretensiones sobre Gibraltar. Pero, ¿significa eso un veto español? No técnicamente. Un no español supondría que la cumbre podría acabar sin un documento de conclusiones de respaldo al acuerdo del brexit.

La ratificacion definitiva del acuerdo se produce en el Consejo de ministros de Exteriores por mayoría cualificada -votan a favor el 55% de los estados miembros o los que votan a favor representan el 65% de la población de la UE- previa aprobación en el Parlamento Europeo. No obstante, pese a no poder hablar de veto español, este escenario rompería con la tradición de consenso con la que se toman las decisiones importantes en la Unión Europea.

Pero si el Tratado del brexit supera con éxito este fin de semana, nada estará decidido aún, pues quedará la prueba más difícil: superar el trámite en el Parlamento británico, donde la primera ministra necesita 326 votos para sacarlo adelante. La votación se debe producir antes del receso navideño el 20 de diciembre y los números no le salen a Theresa May. La primera ministra gobierna con el apoyo de los 316 diputados tories y 10 del Partido Unioninista del Ulster (DUP), justo la mayoría absoluta de la Cámara

Pero al menos 40 diputados conservadores se han manifestado en contra del acuerdo por considerar que puede mantener al Reino Unido por tiempo indefinido en la unión aduanera sin voz y sin voto, los unionistas del DUP se oponen tajantemente por considerar que ofrece un trato diferenciado a Irlanda del Norte -que tendría también alineamiento regulador con el mercado único comunitario, salvo que el Reino Unido y la UE hallen una solución alternativa- y los laboristas también lo rechazan. Un rechazo del Parlamento británico puede llevar al escenario más temido por las dos partes: a una salida sin acuerdo.