Barbara Bush, la esposa del 41º presidente de Estados Unidos y madre del 43º, murió ayer en su casa en Houston (Tejas). Tenía 92 años y el domingo se había anunciado que, tras varias hospitalizaciones por problemas de salud no especificados, había decidido optar solo ya por cuidados paliativos. Un portavoz de la familia confirmó la noticia del fallecimiento en un comunicado colgado en Twitter.

Donald y Melania Trump, actuales ocupantes de la Casa Blanca, emitieron un comunicado elogiando la vida de Bush, a la que alabaron como «una defensora de la familia americana, entre cuyos mayores logros estuvo reconocer la importancia de la alfabetización como un valor familiar que requiere cuidado y protección». También la propia familia Bush destacó su «inagotable» lucha por la educación.

Esa fue una de las causas de una mujer que nació como Barbara Pierce en Nueva York en 1925, en el seno de una familia acaudalada, y que conoció al hombre que le daría el apellido Bush cuando tenía solo 16 años. Se casaron cuando ella tenía 19 (hace 73) y tuvieron seis hijos (una murió de leucemia con solo tres años).

Desde que su esposo, tras hacer fortuna como empresario petrolero, entró en política, Barbara Bush evitó el primer plano político y los asuntos más controvertidos. Y se volcó en el tema de la alfabetización como su causa cuando él llegó a vicepresidente en los dos mandatos de Ronald Reagan y luego, entre 1989 y 1993, a presidente.

«Me di cuenta de que todo lo que me preocupaba sería mejor si la gente pudiera leer, escribir y comprender», explicó en una ocasión. De esta manera, «más se quedarían en el colegio y recibirían una educación, lo que significa que menos se echarían a las calles y se relacionarían con drogas o crimen, se quedarían embarazadas o perderían sus casas».

No le faltaba garra, solía sacar el colmillo para criticar a los demócratas y también tuvo tensiones con la prensa (que veía controlada por los progresistas). Y aunque disfrutó de buenos índices de aprobación (en 1999 solo el 3% tenía visión defavorable de ella), tuvo también momentos polémicos. Uno de ellos fue durante el Katrina, el huracán que devastó Nueva Orleans cuando su hijo mayor, George W. Bush, ocupaba la presidencia y la respuesta del gobierno fue duramente criticada.

Al visitar a los refugiados en el polémico Astrodome declaró que «eran poco privilegiados de cualquier modo» antes y que «les iba muy bien» estar en el recinto, aunque las condiciones ahí fueron pésimas.

Solo Abigail Adams antes que ella había sido esposa y madre de presidentes en Estados Unidos y Barbara Bush pareció estar satisfecha con ese lugar en la historia. En el año 2013, cuando en una entrevista le preguntaron si su hijo Jeb, que fue ocho años gobernador de Florida, debía presentarse a presidente en 2016, respondió con su soltura habitual: «Hay otra gente por ahí muy cualificada y ya hemos tenido suficientes Bushes». Un par de años más tarde, cuando finalmente Jeb se presentó a las primarias, su madre estuvo haciendo campaña por él.

No tuvo éxito, pero la ocasión sirvió también para que la matriarca de la dinastía Bush expresara su opinión sobre Donald Trump. «Ha dicho cosas terribles sobre las mujeres, sobre los militares... No entiendo por qué la gente le apoya».

Barack y Michelle Obama expresaron también sus condolencias a la familia Bush. Y calificaron a Barbara como «la roca de una familia dedicada al servicio público. Fue un ejemplo de humildad y decencia que refleja lo mejor del espíritu norteamericano».