El Cairo y Ramala. En una muestra de su peculiar condición de presidente sin Estado, el líder palestino, Yasir Arafat, tendrá unas exequias dobles: un funeral oficial en la capital de Egipto y un entierro popular en la Mukata de Ramala (Cisjordania). De esta forma, la despedida del rais será doblemente simbólica: recibirá los honores de un jefe de Estado en la ciudad donde nació y su cuerpo sin vida será sepultado en el lugar donde Israel intentó enterrarlo en vida durante los últimos tres años.

Las autoridades palestinas, egipcias e israelís, cada una en el papel que le corresponde, confirmaron ayer que ya han empezado los preparativos en previsión de la inminente muerte de Arafat. El Gobierno de Hosni Mubarak no pretende que el funeral de Estado en El Cairo eclipse el entierro en Ramala. Por eso, las autoridades egipcias anunciaron que la solemne ceremonia se celebrará en el aeropuerto y que no será un acto popular. El asesor del rais , Nabil Abú Rudeina, señaló que los funerales tendrán lugar mañana "si para entonces ya ha fallecido".

CIUDAD NATAL La elección de El Cairo se debe a que Arafat nació en la capital egipcia y a que la ciudad es la cuna del panarabismo. Además, los líderes de países árabes y musulmanes que no reconocen a Israel no tendrán impedimentos para acudir al funeral en honor del presidente palestino.

La lista de autoridades que asistirán no se hará pública hasta que se anuncie oficialmente la muerte del rais . De todas formas, fuentes palestinas afirmaron que ya han confirmado su asistencia a El Cairo el presidente de Líbano, Emil Lahud, y el de Túnez, Zine el Abidine Ben Alí, y que se espera la presencia de los líderes libio, Muamar Gadafi, y sirio, Bashar al Asad.

Desde El Cairo, está previsto que el cadáver de Yasir Arafat vuele hasta Ramala en un helicóptero jordano. De esta forma, Jordania --el único país árabe, junto a Egipto, que mantiene relaciones diplomáticas con Israel-- también aportará su grano de arena en las honras fúnebres al rais . En Ramala, la Mukata será el escenario del que se prevé que sea el momento más emotivo: el entierro en Palestina.

EXCAVADORAS Ayer, excavadoras, apisonadoras y camiones empezaron a trabajar en el complejo presidencial en el que Israel mantuvo aislado a Arafat durante tres años. Tienen por delante la tarea de adecentar un lugar que ha sido bombardeado en varias ocasiones por Israel durante el transcurso de la Intifada y en el que se acumulan restos de coches destruidos y ruinas de edificios.

La Mukata, un edificio construido en la época del protectorado británico y que fue usado como cárcel por británicos, jordanos e israelís, se convertirá así en el gran símbolo de esta segunda Intifada, tanto por lo que ha sucedido allí hasta ahora --es el último lugar de Palestina en el que Arafat estuvo vivo-- como por la intención de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de convertirlo en un mausoleo.

Se desconoce todavía si los representantes occidentales presentes en el funeral de El Cairo también acudirán a Ramala. Lo que sí está confirmado es que la esposa del rais , Suha, estará presente en los dos actos.

MORTAJA DE ALGODON Como musulmán suní, Arafat será sepultado envuelto en una mortaja de algodón, sin féretro, tumbado hacia su lado derecho y, por supuesto, encarado hacia La Meca. Fuentes palestinas indicaron que estudian la forma de enterrar al líder palestino en una especie de cápsula móvil que, en el futuro, pueda ser trasladada a Jerusalén. El deseo de Arafat de descansar en la ciudad santa ha sido frustrado por el Gobierno de Ariel Sharon, que considera "inconcebible" esa opción.

Sharon y su consejo de seguridad dieron luz verde ayer al entierro en Ramala y aceptaron que se celebre una procesión por la ciudad. Según lo acordado por Israel, la ANP se responsabilizará de la seguridad en la ciudad, y el Ejército israelí, en los alrededores. Sólo los políticos y dirigentes palestinos serán autorizados a asistir desde Gaza y Cisjordania, territorios que serán cerrados al resto de palestinos. Los israelís que quieran acudir a las exequias deberán firmar una carta por la que se responsabilizan de su seguridad.