Los habitantes de Alhucemas recibieron ayer con frialdad al rey Mohamed VI. Ninguna multitud dio la bienvenida al monarca marroquí, que llegó a esta localidad cuatro días después del terremoto que el pasado martes causó al menos 572 muertos. En un convoy de vehículos todoterrenos de lujo, Mohamed VI circuló por unas calles desiertas en las que había más policías y agentes antidisturbios que vecinos.

El rey aterrizó en Alhucemas hacia las 16.00 horas y, desde el aeropuerto, se encaminó directamente al Hospital Mohamed V, donde se interesó por la salud de los heridos. Allí, a la salida del centro médico, el monarca saludó a varios cientos de personas que le estaban esperando y que prorrumpieron en gritos de "Viva el rey". Pese a todo, esa concentración, que no superó el millar de personas, quedó muy lejos de las masas entregadas que acostumbran a recibir al monarca allá donde va.

TRES JORNADAS EN LA REGION Además, la esperada visita a los campamentos que alojan a los desplazados por el terremoto tampoco se produjo ayer, ya que finalmente fue aplazada hasta hoy. El monarca tiene previsto quedarse en el norte de Marruecos durante al menos tres jornadas, en las que estará instalado en una tienda de campaña, desde donde coordinará la ayuda.

"Este frío recibimiento no es una cuestión de rebeldía", dijo un habitante, que aclaró: "Aquí se mezclan el descontento de la gente, el luto de muchas familias y el hecho de que muchos vecinos de Alhucemas han abandonado la ciudad por miedo a más temblores". Sea lo que sea, lo cierto es que se ha apagado el fervor popular de los rifeños, que en 1999 acogieron a Mohamed VI como al monarca que debía acabar con la marginación que esa región sufrió bajo el reinado de Hassan II.

"NO PIENSO VERLE" "Yo no pienso ir a verle", dijo un joven de Alhucemas, reflejando el descontento de los habitantes que, aunque en grupos más pequeños, volvieron a manifestarse ayer por la mañana. "Las autoridades han estado más ocupadas en preparar su visita que en atender a los necesitados", clamó uno de los manifestantes.

Pero no todos opinaban así. Muchos afectados por la catástrofe confiaron en que la llegada del monarca sirva para agilizar el reparto de ayuda que ayer, al igual que el viernes, fue distribuida con normalidad. "Es bueno que venga el rey porque con él aquí los representantes del Gobierno trabajarán mejor", explicó Ahmed, un habitante de Imzuren, que se aloja en el campo de refugiados instalado a la entrada de esa localidad, la más castigada por el seísmo. "Aquí podrá enterarse realmente de todas las penurias que estamos pasando y seguro que nos ayudará", comentó Jadiya, una joven. La llegada del rey conllevó la limpieza del campamente de Imzuren, que quedó como los chorros del oro.