Los discursos se afilan cuando se acerca la cumbre entre Estados Unidos y Corea del Norte. Trump había adelantado que se levantará si no transcurre como espera y Pionyan se replantea ahora incluso sentarse. Los bombarderos estadounidenses en la cercanía y las menciones a Libia van mucho más allá de lo tolerable para un régimen que amontona inéditos gestos de buena voluntad.

Un comunicado norcoreano insinúa el final de la paciencia. “Si Estados Unidos intenta acorralarnos para forzar nuestro abandono nuclear unilateral, dejaremos de estar interesados en el diálogo y nos replantearemos la cumbre”, ha señalado Kim Gye Gwan, viceministro de Exteriores. También ha cuestionado la desnuclearización exigida por Washington antes de discutir las compensaciones.

Falta mano izquierda

La ansiada cumbre entre dos países enemistados durante siete décadas exige en sus vísperas el compromiso y tacto que solo observa Corea del Norte. En las últimas semanas ha liberado a tres estadounidenses y anunciado el desmantelamiento de su principal base nuclear con testigos extranjeros.

La Casa Blanca, en cambio, repite que Pionyan acude al diálogo desesperada por el efecto de las sanciones económicas, sus planteamientos sugieren una imposición más que una negociación, amenaza insistentemente con el fracaso si no obedece y lleva bombarderos a las maniobras militares conjuntas con Corea del Sur.

Acto de agresión

Esas maniobras, que Pionyan aceptaba semanas atrás durante aquel clima de distensión, han recuperado su tradicional rango de casus belli. Seúl y Washington las han calificado de defensivas mientras que Corea del Norte las interpreta como ensayos de invasión y “una ruptura flagrante” de los compromisos de la cumbre presidencial intercoreana. Pionyan recibió durante la guerra más bombas que Japón y Alemania en el intento estadounidense de borrar el país del mapa y la propaganda se ha preocupado de que el pueblo no lo olvide. Desplazar bombarderos B-52 en estos momentos a la península es un gesto escasamente diplomático.

Aún lo es menos aludir a Libia como el patrón aplicable a Corea del Norte. Lo hizo este fin de semana el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton. Libia epitomiza todos los temores con los que Pionyan afronta las negociaciones. Moammar Gaddafi sacrificó en el 2004 su arsenal nuclear a cambio de garantías de seguridad y siete años después fue derrocado y brutalmente asesinado por rebeldes con el apoyo de la ONU. La prensa norcoreana presentaba aquellos días el cadáver mancillado de Gaddafi como el recordatorio de que Occidente no es de fiar. Bolton, que había participado en aquellas negociaciones, fue tildado de “escoria humana” por Pionyan.

Un destino siniestro

Su mención a Libia, según Kim Gye Gwan, es la “manifestación de un movimiento extremadamente siniestro para imponernos el mismo destino que tuvieron Libia e Irak”. “Ya hablamos de Bolton en el pasado y no escondemos nuestra repugnancia hacia él”, añadió. Trump ha despedido a todos los asesores que defendían la contención con Corea del Norte y se ha rodeado de partidarios de la línea dura.

Trump y Kim Jong-un tienen previsto reunirse en Singapur el 12 de junio para negociar la desnuclearización de la península. La principal garantía de que la cumbre se celebrará es el ego de ambos líderes y su necesidad de presentar a sus pueblos una foto histórica.