Las políticas regresivas del presidente de EEUU, Donald Trump, han repercutido en todo el mundo en solo un año de mandato, según el informe anual sobre derechos humanos de Amnistía Internacional (AI). La organización lo presentó ayer por primera vez en Washington para alertar de que «los pasos atrás» en derechos humanos dados por Trump «sientan un peligroso precedente para otros gobiernos».

«Las ondas de choque de la presidencia de Trump se han sentido globalmente, incluido el veto a la entrada de personas de varios países de mayoría musulmana y otras políticas antiinmigración que amenazan la seguridad de los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo», se afirma en el documento, que cubre 159 países del mundo.

Eso sí, la oenegé extiende su denuncia de la «demonización» de los migrantes a los «gobernantes de los países más ricos». En Europa, a juicio de AI, la mayoría de los líderes «han decidido que prácticamente todo está permitido para evitar que lleguen». También menciona las recientes elecciones en Austria, Francia, Alemania y Holanda, donde «algunos candidatos han tratado de traducir las ansiedades sociales y económicas en resentimiento, especialmente hacia los migrantes». «Los líderes tratan a los refugiados e inmigrantes como problemas que hay que evitar, no como seres humanos con derechos que merecen nuestra compasión», indicó el secretario general de AI, Salil Shetty.

Pero fue principalmente «el claro movimiento de odio del Gobierno estadounidense en enero (del 2017) al prohibir la entrada en su territorio de personas de varios países de mayoría musulmana» lo que, según Shetty, «preparó el terreno para un año en el que los líderes llevaron las políticas del odio a sus más peligrosas conclusiones». Una retórica que puede «normalizar la discriminación masiva de grupos marginados». «Vimos la máxima consecuencia de una sociedad alentada a odiar, a usar como chivo expiatorio y a temer a las minorías en la horrible campaña militar de limpieza étnica contra los rohinyás (minoría musulmana) en Birmania», añadió el secretario general.

EL AÑO DE TRUMP

En EEUU, según Amnistía, el primer año de Trump estuvo marcado por una actuación «pésima» en derechos de la mujer, el apoyo público a la tortura, los intentos de quitar la cobertura sanitaria a millones de personas y desacreditar a los medios de comunicación, la ambigüedad con el supremacismo blanco, la discriminación de los transgénero y la consideración de relajar las restricciones a la exportación de armas pequeñas.

La situación, sin embargo, espolea también una nueva era de activismo social. Para Amnistía, la otra cara de esta moneda ha sido «el creciente movimiento tanto de activistas nuevos como experimentados que hacen campaña por la justicia social», algo que «ofrece esperanza real de revertir el camino hacia la opresión». «Hay una sensación palpable de que los movimientos de protesta están en alza globalmente», subrayó Shetty. «En lugar de intentar silenciar a estas personas (...), los gobiernos deben abordar sus preocupaciones y empezar a aflojar las restricciones en los medios y la sociedad civil», reclama AI.

Así, la organización recoge en su informe «importantes victorias» como «el levantamiento de la prohibición del aborto en Chile, los pasos dados hacia el matrimonio igualitario en Taiwán y el triunfo trascendental contra los desahucios forzados en Abuya (Nigeria)». En esta nueva ola de activismo social destaca el liderazgo de la mujer: la Marcha de las Mujeres en EEUU, que tuvo eco en todo el mundo; el movimiento global Me too (Yo también) contra el acoso y el abuso sexual, y la campaña latinoamericana surgida en Argentina Ni una menos, en denuncia de la violencia machista.

Pese a todo, la organización llama a seguir manifestándose contra «la retórica de odio vista en eslóganes xenófobos en marchas nacionalistas en Polonia, la concentración supremacista en Charlottesville (EEUU) o las medidas severas generalizadas contra la comunidad LGTBI, desde Chechenia hasta Egipto».