En medio de una gigantesca movilización en todo el país y luego de casi 23 horas de un debate acalorado, la Cámara de Diputados argentina aprobó ayer de manera muy ajustada (129 votos a favor, 125 en contra y una abstención) un proyecto de ley que busca despenalizar y legalizar el aborto. En la noche más fría del año, los debates fueron seguidos en las calles aledañas del Congreso, plazas y calles de otros grandes centros urbanos.

De un lado, los promotores de una iniciativa que permitirá interrumpir el embarazo hasta la decimocuarta semana de gestación, y no solo en casos de violación o cuando peligre la salud de la madre. Todos los partidarios de la ley llevaban el pañuelo verde, el color de una jornada histórica. Los contrarios a la reforma ocuparon los espacios públicos con crucifijos, ecografías y símbolos de fetos. El resultado de la votación fue más festejado que un gol de la selección argentina en una final del Mundial de fútbol. «Amaneció y fue una fiesta. Y bailamos entre los escombros de la ciudad que habíamos deshecho y reconstruido a nuestra medida. Nos abrazamos, lloramos, nos felicitamos», relató la escritora Marta Dillon. Ahora le tocará al Senado dar forma a la ley. «Tengo confianza. No se puede ir en contra de la evolución de la sociedad», dijo el senador peronista Miguel Pichetto. «No habrá un debate muy largo», pronosticó. El senador radical Luis Naidenoff tuvo la misma impresión.

MORTALIDAD MATERNA

A lo largo de un día inusual, Argentina se paralizó y puso en escena sus enormes diferencias. Durante ese lapso de tiempo que pareció interminable casi no se habló del Mundial ni de Leonel Messi. Tampoco de la subida imparable del dólar. Hasta la convocatoria del movimiento obrero a una huelga general pasó a un segundo plano. Había mucho en juego.

Medio millón de mujeres -buena parte de ellas adolescentes e incluso menores, en su mayoría pobres- interrumpen su embarazo cada año en la clandestinidad. El aborto fuera de las instancias hospitalarias del Estado es la principal causa de mortalidad materna en un país sin estadísticas fiables. Desde el 2003, y cuando todavía estaban a flor de piel los efectos de la debacle económica y el corralito, un movimiento multipartidario de mujeres comenzó a defender el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Las masivas movilizaciones se realizaron bajo la consigna «por el derecho a decidir». El crecimiento exponencial de las luchas contra el femicidio y la discriminación de género a partir del 2015 fue creando nuevas condiciones políticas para volver a discutir otra vez un asunto candente que irrita a la Iglesia católica.

Las voces de apoyo y rechazo fueron transversales. El presidente Mauricio Macri apoyó el debate parlamentario, que consideró histórico, pero su coalición se dividió en este tema. «Vinimos a cambiar, no a consagrar el statu quo. Les pido que piensen en un país al que les gustaría que Argentina se parezca». Recordó en ese sentido que en EEUU, Asia, Europa y Australia, el aborto es legal, cosa que no sucede en gran parte de América Latina y África.

La diputada radical, Estela Regidor, pertenece al mismo sector oficialista, pero quedó en el Congreso como la representación del oscurantismo al establecer una comparación entre una mujer embarazada con animales. «¿Qué pasa cuando nuestra perrita se nos queda embarazada? No le llevamos al veterinario a que aborte. Salimos a ver a quién le regalamos los perritos. Las peores fieras quieren a sus crías ¿Qué nos pasa a los seres humanos que tenemos esa maldita razón que nos tapa el corazón?».

En el peronismo también se escucharon voces de ese tenor. La diputada Ivana Bianchi advirtió de que con la despenalización del aborto podría proliferar el «tráfico de cerebros e hígados de fetos». Nada empañó la celebración final.