Después de siete meses de arduas negociaciones, Argentina logró finalmente un acuerdo con los acreedores privados para canjear 66.300 millones de dólares de títulos emitidos en el extranjero. Se trata, según el Gobierno peronista, de un "alivio de deuda significativo" de 30.000 millones de dólares en capital e intereses, 11.500 millones menos de lo que esperaba. "Tenemos despejado el horizonte", dijo el presidente argentino, Alberto Fernández. El ministro de Economía, Martín Guzmán, un excolaborador del Nobel de Economía Joseph Stiglitz, se anotó una victoria particular al garantizarse un punto clave de su agenda: los nuevos bonos comenzarán a pagarse a partir del 2024.

"Fiesta en los mercados", dijo el diario 'La Nación', sobre las novedades financieras. Las acciones de empresas argentinas que cotizan en Wall Street tuvieron importantes subidas. El acuerdo fue recibido con entusiasmo hasta por parte de la oposición de derechas. "Felicitaciones, presidente", llegó a decir Luis Caputo, el exministro de Finanzas de Mauricio Macri, a quien se responsabiliza del endeudamiento acumulado e impagable.

La deuda pública argentina pasó de representar el 52,6% del PIB en el 2015, cuando Macri llegó al poder, al 91,6% del PIB en el tercer trimestre del 2019. De ahí que la renegociación de la deuda privada haya sido una prioridad para Fernández desde su llegada al Ejecutivo, el 10 de diciembre pasado. Por entonces, el covid-19 era una noticia tan remota como exótica. Su principal preocupación era la herencia social (más de un 40% de pobres), económicas (22.000 pequeñas empresas cerradas) y financiera: un país en suspensión virtual de pagos. A eso se sumaron los efectos económicos de la pandemia. Bajo esas condiciones de debilidad estructural se llevaron adelante las negociaciones. En varias ocasiones, Guzmán habló de una "última oferta" y de posiciones inamovibles. Aunque esas fronteras de la intransigencia se han corrido más de una vez, el Gobierno asegura que no varían mucho de su postura original, muchas veces declamada, de no ahondar las penurias del país.

EL PAPEL DEL FMI

El Fondo Monetario Internacional (FMI) cumplió un papel relevante para que las negociaciones llegaran a un final feliz. El organismo había calificado de insostenible la situación argentina generada por la administración política anterior. Pero, además, el FMI le había prestado 44.000 millones de dólares a Macri, que en buena parte contribuyeron a acelerar la fuga de capitales durante su gestión. La nueva directora del Fondo, Kristalina Georgieva , por primera vez en la historia, apoyó no solo la posición de un país deudor sino que dejó de lado la exigencia de un durísimo ajuste fiscal reclamada por los acreedores. El FMI es, además, parte interesada como nunca antes en la recuperación de este país: necesita cobrar su inédito préstamo en un futuro cercano.

En virtud de este nuevo escenario, los fondos privados de inversión recibirán unos 55 dólares por cada 100 dólares de un papel de deuda. "Es un misterio que con ese canje se piense que los acreedores están contentos", señaló el analista económico Alfredo Zaiat. Fernández, añadió, ha obtenido "un incuestionable triunfo político". Miguel A. Kiguel, un exsecretario de Finanzas del presidente Carlos Menem (1989-99), estimó que el resultado final "implica una mejora financiera importante". A su criterio, no fue sencillo llegar al acuerdo. "Costó sangre, sudor y lágrimas, y por momentos hubo más suspense que en una película de Hitchcock".

ENORMES DEAFÍOS

En los hechos, Argentina se encontraba en otra suspensión de pagos externos, la novena de una historia de recurrentes crisis económicas. "¿Queremos un país que siga siendo rehén de los mercados financieros internacionales y que siga estando condicionado por las políticas del Fondo Monetario Internacional o queremos tener un proyecto propio, un proyecto nacional, popular por supuesto también, pero que sea consistente?", se preguntaba Guzmán meses atrás, cuando iniciaba sus tratos con los acreedores. Su próximo paso es negociar con el mismo FMI que lo ha arropado bajo la dirección de la búlgara Georgieva.

Argentina es la tercera economía de América Latina, solo superada por México y Brasil. Se encuentra en recesión desde el 2018. La pandemia no hará más que acentuar una caída mayor que la prevista de antemano. El PIB se derrumbará este año un 9,9% y se espera que la pobreza azote al 50% de los habitantes. Es en este contexto dramático que el Gobierno entiende el valor de la palabra "alivio" con la que anunció el acuerdo. El Estado necesita ayudar a millones de personas que han ido al paro o se pauperizaron de una manera nunca vista. Además, debe asistir a miles de empresas en bancarrota.