Elizabeth Ferguson llevaba 38 años viviendo en Torrens, un pequeño grupo de viviendas protestantes situadas en un barrio católico del norte de Belfast. Su abuela, de 91 años, se había instalado en Torrens en 1940 y allí habían vivido las tres generaciones. El pasado mes, abuela y nieta abandonaron la casa junto a las 10 últimas familias protestantes que quedaban en el lugar.

Agresiones y amenazas

"Nos han echado a la fuerza", declaró entonces Ferguson, quien asegura haber sufrido durante ocho años agresiones y amenazas por parte de sus vecinos republicanos. "Cuando salía a llevar a los niños al colegio me escupían, me tiraban piedras, me insultaban", relata. Cansados de incendios, ventanas rotas y coches destrozados, los residentes protestantes han terminado por marcharse. El Sinn Féin rechaza esta versión de los hechos y sus miembros recuerdan cómo muchos católicos viven asediados por los ataques de las bandas lealistas. "Hay gente hostigada y perseguida en las dos comunidades y hay gente a la que se intimida por el color de la piel o por el tipo de trabajo que realiza", declaró ayer Eieeln Bell, número dos del Partido de la Alianza, una formación que lucha por la integración de todos los ciudadanos.

La guerra ha terminado en Irlanda del Norte, pero las dos comunidades enfrentadas desde finales de los años 60 están lejos de convivir en paz. Un informe oficial sobre vivienda pública difundido ayer en Belfast revela que más de 1.200 personas tuvieron que abandonar sus hogares el pasado año a consecuencia de las tensiones sectarias.

Un programa especial

Las autoridades norirlandesas disponen de un programa llamado Adquisición Especial de Viviendas para Evacuados, según el cual, a cualquiera que se sienta amenazado por los paramilitares, se le paga el precio de mercado por su casa, sin que deba ponerla a la venta. Lo gastado este año en esta forma de realojamiento, asciende a 66 millones de euros (más de 10.000 millones de pesetas) y el presupuesto se ha incrementado en un 50%. "No es correcto que se malgasten recursos a causa de la intimidación, cuando indudablemente se podrían utilizar mejor", asegura Paddy McIntyre, responsable de vivienda social.

Desde el cese de la lucha armada, hace una década, la situación ha mejorado, pero el legado de violencia y sectarismo está conduciendo a lo que algunos han denominado autoapartheid . En Belfast, dos equipos distintos de barrenderos limpian las calles, los de uniforme verde en las zonas católicas, los que van vestidos de rojo en las protestantes. La misma separación existe en bibliotecas, centros sociales y en escuelas. El 95% de los niños norirlandeses asisten a colegios exclusivos de su propia comunidad.

"Cambiar a la gente de domicilio es relativamente fácil, pero lo importante es acabar con las agresiones que impiden a la gente vivir junta", afirma Bell, quien por formar parte un matrimonio mixto ha tenido que cambiar de domicilio en dos ocasiones.