Sadam Husein, el depuesto dictador iraquí que aterrorizó y masacró a sus compatriotas durante 24 años en el poder, está ahora "rogándonos que se le conceda clemencia", aseguró ayer el primer ministro del Gobierno provisional de Irak, Iyad Alaui.

"Está desorientado y deprimido", añadió en una entrevista con el diario árabe Al Hayat . Esta descripción del temible Husein contrasta con la ofrecida el domingo por The New York Times , que pintó al dictador pasando apaciblemente sus días de cautiverio dedicado a la jardinería, la lectura del Corán, el ejercicio físico y los juegos de ajedrez, dominó o póquer, con algunos de sus exministros. Todo ello bajo la atenta mirada de sus guardianes, incluidos algunos psicólogos militares, por si da señales de intentar suicidarse en la prisión de Camp Cropper donde está encerrado, a 16 kilómetros del centro de Bagdad.

Privado de todo contacto con el exterior, de prensa, radio o televisión, Sadam no tiene ni idea de lo que ha pasado en su país desde que fue expulsado del poder. Tozudamente, sigue insistiendo en que la autoridad legal en Irak sigue perteneciéndole, porque es el presidente elegido según la Constitución. Además, continúa manteniendo que no ha cometido delito alguno, aunque se le acuse de genocidio, porque se limitó a eliminar "traidores".

"MEGALOMANO Y PSICOTICO" "Es un megalómano, un psicótico, un hombre sin conciencia", declaró al Times Bajtiar Amín, ministro iraquí de Derechos Humanos. También resaltó la ironía de que "ahora sea un jardinero", quien no dudó en alterar el ecosistema de su país al desecar las marismas del sur y envenenar el medio con armas químicas para eliminar 250 aldeas kurdas. Mientras, el dictador aguarda ser llevado a juicio, probablemente este octubre.