Los euroescépticos británicos pueden dificultar el futuro de la Constitución europea. Tony Blair confirmó ayer la decisión de celebrar un referendo sobre la Carta Magna, a pesar de los sondeos adversos que apuntan a un no de los electores. "Dejemos a la gente que diga la última palabra", declaró en el Parlamento el primer ministro laborista, que no fijó ninguna fecha para la consulta.

Esa decisión está en sus manos y la convocatoria, según advirtió, sólo tendrá lugar después de que se conozcan todos los detalles de la nueva legislación y ésta sea debatida en el Parlamento, por lo que no cabe esperar que pueda celebrarse hasta después de las elecciones generales del próximo año.

EL PRIMERO DESDE 1975 "Es hora de resolver de una vez por todas si este país, el Reino Unido, quiere estar en el centro y el corazón de Europa a la hora de tomar decisiones. Ser un aliado y socio importante o quedarnos al margen", afirmó Blair. El referendo, palabra que puso mucho cuidado en no mencionar durante su intervención, será el primero que se celebre en el país sobre Europa desde 1975, cuando los británicos votaron por la permanencia en el Mercado Común.

La intervención del jefe del Gobierno británico defendiendo la ampliación europea fue tan apasionada como amarga. Durante meses Blair había insistido en que no realizaría la consulta popular en las urnas --algo que reclamaba insistentemente la oposición conservadora-- por considerarla innecesaria.

CONFIANZA Ayer fue ridiculizado a conciencia en la Cámara de los Comunes por el líder de los tories , Michael Howard, que aprovechó la oportunidad para desacreditar a su contrincante. "¿Quién va a volver a confiar de nuevo en usted?", le lanzó, poniendo en evidencia la falta de rumbo que deja entrever el giro radical de Blair. Con sarcasmo, Howard aludió a "los leales soldados", ministros y diputados laboristas que hasta hace tres semanas clamaban contra el referendo y ahora "están obligados a dar de nuevo marcha atrás". También pidió a su rival que explicara a qué se debía el cambio de postura, que él achacó al "puro oportunismo".

CONDUCIR POR LA DERECHA Blair justificó su decisión aludiendo a los falsos "mitos" sobre la Constitución europea creados, "con cierto éxito", por los políticos y la prensa euroescéptica para confundir a los británicos. Según algunas de esas malintencionadas deformaciones citadas por Blair, la nueva Carta Magna obligaría a los británicos a conducir por la derecha y a adoptar la moneda única, la Reina sería eliminada al frente de la jefatura del Estado y Bruselas controlaría el petróleo del mar del Norte, la policía exterior y la entrada de inmigrantes.

La fogosidad y los encontronazos en el debate de ayer hacen presagiar que la batalla de Europa va a dominar la política británica durante los próximos meses y será un tema decisivo en las elecciones generales, previstas para mayo o junio del año que viene. Blair lo tiene difícil. En los dos últimos sondeos publicados, apenas el 16% de los electores están a favor de la Constitución europea. Con el aplazamiento de la consulta hasta después de los comicios generales, los laboristas --que aspiran a ganar un tercer mandato en Downing Street-- esperan poder atenuar el efecto catastrófico que tendría un no de la ciudadanía.

En cuanto a los conservadores, una vez más corren el peligro de atrincherarse en el euroescepticismo, considerado como uno de los grandes obstáculos para la renovación de un partido que se eterniza en la oposición. Quedan, por último, las repercusiones para el resto de Europa, que necesita ver la Constitución ratificada por los 25 estados miembros por consenso.