Tony Blair pidió ayer a los laboristas que olviden las discrepancias sobre Irak y le ayuden a ganar un histórico tercer mandato. En un día que comenzó con la muerte de dos soldados británicos en Basora y acabó sin novedades sobre el rehén Kenneth Bigley, Blair esbozó ante los delegados en el congreso del Partido Laborista, que se celebra en Brighton, lo más parecido a una disculpa que se ha escuchado de sus labios.

El primer ministro admitió, después de años de sostener empecinadamente lo contrario, que había sido un error afirmar que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva. "El problema es --añadió a renglón seguido-- que puedo pedir perdón por lo equivocado de la información, pero no puedo pedirlo, al menos sinceramente, por quitar a Sadam". El mea culpa acabó ahí.

Blair dijo después a quienes han presentado una moción exigiendo que se fije una fecha para la retirada de las tropas británicas de Irak que los soldados no se irán hasta que hayan cumplido su trabajo. Con argumentos similares a los esgrimidos por el presidente de EEUU, George Bush, Blair afirmó que lo que se está librando "es una guerra contra el terrorismo global", a la que "hay que hacer frente, cueste lo que cueste, e impedir que los terroristas consigan armas de destrucción masiva".

PROTESTAS A los que querían recobrar al viejo Tony , volcado en la política interna, Blair les advirtió de que de la estabilidad en Irak y en Afganistán depende su "propia seguridad" y estabilidad económica. El discurso, que duró una hora, fue interrumpido en dos ocasiones por gritos de protesta. El primer incidente lo protagonizó un solo hombre, que acusó a Blair de tener "las manos llenas de sangre" y fue sacado de la sala entre el abucheo del resto de los delegados. Minutos después, fueron un grupo de manifestantes con perros contra la prohibición de la caza del zorro los que durante unos segundos montaron el escándalo. Unos 8.000 cazadores se manifestaron por las calles de Brighton, a las que arrojaron los cadáveres putrefactos de una vaca y dos terneros.

Irak era un asunto ineludible, pero lo que realmente le interesaba a Blair era el lanzamiento de la próxima campaña electoral, una cita en las urnas que todos fechan para la primavera. Recobrando su papel tradicional de líder a la cabeza en los sondeos, el primer ministro británico pidió unidad a las bases para conquistar un tercer mandato.