Debatía estos días Japón si su ley sálica tiene acomodo en los tiempos del #metoo y el empoderamiento femenino cuando todas las televisiones tailandesas mostraban ayer las imágenes de la boda de su rey. La novia Suthida se arrastraba con su delicado vestido de seda rosa por el piso hasta postrar su rostro frente a los zapatos negros que rematan el uniforme blanco del rey Vajiralongkor mientras estira los brazos para alcanzarle una ofrenda de flores e incienso. No encontrarán otro rito monárquico en ningún país del mundo que atente más y mejor contra la corrección política.

No se han leído críticas en el país porque la ley de lesa de majestad prevé 15 años de cárcel por comentarios irrespetuosos pero es seguro que la población habrá compartido en murmullos el último desmán de un regente que no disfruta del amor y el respeto reverencial que sí tenía su progenitor. La boda certifica la meteórica ascensión de Suthida al abrigo del monarca.

RUMORES

La antigua azafata de la aerolínea estatal Thai Airways fue nombrada general del Ejército, después subcomandante del servicio de seguridad del monarca y por último recibió la distinción real de thanpuying antes de pasar esta semana por vicaría. El anuncio de este jueves en la Gaceta Real certifica la rumorología sobre su relación. La boda tuvo lugar en algún momento no concretado en el Palacio Dusit de Bangkok ante miembros del Consejo Real y del Gobierno como el primer ministro golpista Prayuth Chan-Ocha.

El rey Vajiralongkor o Rama X acumula tres exesposas y siete hijos. Ni la férrea censura ni las amenazas de cárcel han impedido que su pueblo conociera una vida personal tan ajetreada como alejada del recato. Fue célebre aquella grabación de dos minutos en la que aparecía celebrando en palacio el aniversario de su tercera esposa. Ella cenaba en tanga ante camareros de guantes blancos y se retorcía para ofrecerle pastel al perro Foo Foo. El perro, por cierto, había sido nombrado mariscal por el monarca.

FASTOS ELEFANTIÁSICOS

Tailandia se prepara para los elefantiásicos fastos de la coronación. Costará mil millones de baths (unos 28 millones de euros) y se alargará durante tres días: ritual budista el sábado, procesión callejera el domingo y saludo al pueblo desde el balcón del Gran Palacio Real el lunes.

Han transcurrido ya los tres años de duelo nacional decretados por la muerte del monarca Bhumibol, aún llorado por muchos tailandeses que veían en él una figura semidivina que sobrevolaba la irresoluble fractura social y política. Solo después de los festejos se harán públicos los resultados de las elecciones celebradas dos meses atrás porque desde palacio no se quiso que las fragorosas negociaciones para formar gobierno deslucieran el boato de la ceremonia.

Los ciudadanos tailandeses conocieron ayer a su reina, celebrarán la coronación de su rey el fin de semana y sabrán quién les gobernará en los próximos días. Son tiempos intensos en el país de las sonrisas.