«Mi candidatura es una misión. Si estoy aquí es porque creo en ustedes y si ustedes están aquí es porque creen en Brasil». Jair Bolsonaro, el cruzado de la ultraderecha, comenzó ante unas 3.000 personas su carrera hacia el Palacio Planalto. El candidato a presidente del Partido Social Liberal (PSL) causa ira y miedo a la vez porque las encuestas lo colocan en la segunda vuelta, el 28 de octubre. Nostálgico de la dictadura militar (1964-1985), defensor de la tortura y el uso de armas por parte de los terratenientes para evitar las invasiones del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), Bolsonaro es racista, misógino y homófobo.

El candidato tiene todos los atributos que invitan a imaginar un futuro de espanto para el país más grande de América Latina. Fue militar, tiene una actividad parlamentaria de dos décadas y se conjuró contra la presidenta Dilma Rousseff. Cuando votó a favor de su destitución, rindió homenaje al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el jefe del Centro de Operaciones de Defensa Interna que, durante el régimen militar, fue acusado de torturar a Rousseff.

Bolsonaro, de 63 años, aglutina a un amplio segmento de la población que le ve como al único capaz de sacar a Brasil de la crisis y más cuando afirma tener una conexión con la Providencia: «Dios no escoge a los capacitados, pero capacita a los elegidos».

La primera vuelta del 7 de octubre tendrá como protagonistas a Marina Silva (Redes), Ciro Gomes (PDT), Paulo Rabello de Castro (PSC), Guilherme Boulos (PSOL), Vera Lúcia (PSTU) y Geraldo Alckmin (PSDB). Ninguno hace sombra a un Bolsonaro que reivindica la superioridad salarial del hombre frente a la mujer y rechaza la cuota en las universidades públicas para los afrobrasileños.

Lo cierto es que un 20% de los brasileños apoyaría a este diputado que, durante una discusión en el Congreso, dijo que no «violaría» a la legisladora Maria do Rosário porque ella «no lo merece». El mismo Bolsonaro que, al hablar de su hija, consideró que fue resultado de «un momento de debilidad», y cuando le consultaron sobre el matrimonio entre personas de un mismo sexo, contestó sin inmutarse: «Preferiría que mi hijo muera en un accidente a que llegue a casa con un tipo que lleva bigote».

El único capaz de vencerlo en las urnas es Lula da Silva. Pero el expresidente se encuentra en prisión por corrupción.