Como parte de las decisiones del nuevo gobierno encabezado por el ultraderechista Jair Bolsonaro, Brasil notificó de manera oficial a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) su retiro del Pacto Mundial de Migración, al cual se había adherido el país bajo el gobierno del expresidente Michel Temer apenas en diciembre pasado

La salida de Brasil del Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, adoptado por más de 150 países en la ciudad de Marrakech, Marruecos, el pasado 10 de diciembre, ya se esperaba pues había sido anunciada por el ahora nuevo presidente brasileño Jair Bolsonaro.

La decisión del gobierno de Bolsonaro, quien asumió el cargo el pasado 1 de enero, fue transmitida a la ONU en sus oficinas en Nueva York y Ginebra, según confirmaron fuentes diplomáticas brasileñas, citadas en reportes de prensa.

HACE OFICIAL SU SALIDA

En la notificación, el gobierno precisa que Brasil no participará en cualquier actividad relacionada con el pacto o su implementación. Mientras el pacto era firmado por el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Aloysio Nunes, en Marrakech, el que sería su sucesor Ernesto Araújo anunció vía Twitter que Brasil abandonaría el acuerdo en cuanto el nuevo gobierno entrara en funciones.

Escribió que Brasil daba la bienvenida a los migrantes, que el pacto era una herramienta inadecuada para lidiar con el problema y que la inmigración no debía ser tratada como una cuestión global, sino de acuerdo con la realidad y soberanía de cada país.

Asimismo, adelantó que Brasil buscaría un marco regulatorio compatible con la realidad nacional y con el bienestar de brasileños y extranjeros, como ocurre con los venezolanos que huyen del régimen del presidente Nicolás Maduro. Seguiremos acogiéndolos, apuntó.

Brasil es el tercer país latinoamericano que abandona el Pacto Mundial de Migración, después de Chile y República Dominicana, aunque otras naciones como Estados Unidos decidieron no participar afirmando que el acuerdo infringe la soberanía nacional.

DEJA DE LADO EL TEMA CLIMÁTICO

Por su parte, el ministro de Medio Ambiente de Brasil, Ricardo Salles, afirmó en una entrevista publicada por el diario "O Globo", que el país no se comprometerá con "nuevas metas" de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

"En 2020 uno tiene el momento oportuno para revisar estas metas, pero nosotros no vamos a comprometernos con nuevas metas. Ya tenemos las metas hechas. Nuestro papel es decir: mira, la lección de casa está hecha hasta aquí", dijo el ministro al rotativo. Según indicó Salles al periódico, Brasil es "acreedor" y aseguró que han hecho "mucho más" en este asunto en comparación con los "beneficios y reconocimiento internacionales obtenidos hasta hoy.

SE QUEJA DE LOS RESULTADOS

El ministro expresó que hay que "estar presente" en la discusión medioambiental "desde que la presencia de Brasil resulte en beneficios concretos para la sociedad brasileña", en línea con la visión del presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro.

"Nosotros hicimos mucho, nos comprometemos mucho y recogemos poco. Ahora es la hora de recoger, hasta para uno tener condiciones de incentivar de aquí para adelante el mantenimiento y la regularidad de esas acciones de preservación ambiental", explicó.

En este sentido, pidió transformar "todo ese volumen" de trabajo "hecho en casa" en "ventajas tangibles para la población brasileña". Y agregó: "En vez de colocar metas futuras, compromisos futuros, es lo siguiente: por lo que yo ya hice, ustedes cuánto me van a pagar?", sentenció. Salles, un abogado vinculado al grupo Endireita Brasil, una organización civil que promueve valores ultraconservadores, asumió como ministro de Medioambiente en el Gobierno de Bolsonaro el pasado día 1 de enero.

PROYECTOS PARA ZONAS DE CONSERVACIÓN

Al igual que Bolsonaro, líder de la extrema derecha en Brasil, el ministro defendió en "O Globo" el desarrollo de "ciertas actividades económicas" en algunas zonas de conservación. Preguntado sobre qué tipos de actividades podría albergar una zona de conservación, Salles dijo que "puede haber un ferrocarril pasando" o "una línea de transmisión" eléctrica, cuyos beneficios económicos se invertirían en esas zonas.

"En vez de mirar el generador de actividad económica como enemigo, se puede mirar como un socio. Es esa dicotomía entre desarrollo y medioambiente que ha matado las unidades de conservación", manifestó. Igualmente, citó el turismo como otra posible fuente de ingresos a ser explotada en áreas protegidas e incluso, "dependiendo del nivel de protección" de la zona, impulsar en cierto grado la industria extractiva "con cuidado y responsabilidad".

"La conservación no puede ser afirmada como una cuestión de dogmatismo ideológico. Tiene que haber una actitud concreta de cómo conservar. Reconocer las limitaciones del Estado, reconocer las limitaciones legales, logísticas", indicó.