Denis Andrushev ronda la treintena, tiene esposa y dos hijos de corta edad y ejerce de taxista en la región de Kramatorsk, no lejos del frente bélico, labor por la cual obtiene unas 6.000 grivnasmensuales, poco más de 200 euros al cambio actual. Comprende el ucraniano y lo habla en ocasiones; pero admite que su vida diaria se desarrolla exclusivamente en ruso, hasta el punto de que, al igual que muchos otros lugareños, cuando regatea el precio de una carrera con algún cliente llama a la moneda nacional de su país 'rublo', en lugar de su nombre oficial, la 'grivna'.

Pese a sus vínculos lingüísticos con Rusia, cuando se le pregunta a Denis acerca de su identidad, no alberga dudas: "yo soy ucraniano". Y a rebufo de semejante declaración de principios, se suceden las demás valoraciones acerca de la situación en su país: "Todo el mundo aquí vive obsesionado con Putin: 'Putin esto, Putin lo otro'; pero a mi no me importa Putin, el presidente de mi país se llama Poroshenko, y es a él a quien le pido cuentas, entre otras cosas sobre el mal estado de las carreteras ucranianas".

EN EL EXTREMO OPUESTO

Pável, tres décadas mayor de Denis, no quiere revelar su nombre, y se halla en el extremo opuesto del abanico ideológico. Admite sentirnostalgia por la URSS, percibe que las autoridades del país que surgió del desplome soviético no prestan atención a sus intereses, llegando incluso a calificarlas de "fascistas" y vendidas al capital extranjero. Exuda resentimiento por todos su poros, entre otras razones, por estar trabajando, también de conductor, cuando ya ha superado la edad de jubilación.

Denis y Pavel representan el estado de ánimo de la población rusohablante en Ucrania. Los más jóvenes, que no conocieron el estado soviético ni tampoco padecieron las consecuencias de su desintegración, ven que el futuro del país se halla en Occidente. Los de más edad, educados y criados por la URSS, desea volver a la situacion de estatus quo previa, en la que el país basculaba entreEuropa, América y Moscú.

Pese a la radical oposición de ambas opiniones, no se detecta en el este de Ucrania una animadversión irreconciliable entre las poblaciones, a diferencia de guerras como la de Siria o el conflicto balcánico, donde ha sido o será necesario separar a los diferentes grupos étnicos durante décadas debido al odio que se profesan. "Los ciudadanos corrientes discuten sobre la política y elfuturo de su país, pero no hasta el punto de justificar su exterminación; si hay un arreglo político, la reconciliación se presenta aquí como menos complicada que en otros lugares", aclara un observador.