George Bush se ha sacado de la manga otra potente arma política para triunfar el 2-N en los estados más reñidos de las presentes elecciones. Consiste en bañarlos de oro, con la asignación de millones de dólares de fondos públicos para proyectos federales en esos estados, precisamente en la recta final de los comicios.

El reparto del barril de cerdo , como se llama en el argot político de EEUU a la generosidad presidencial en periodo electoral, incluye esta vez los 36 millones de dólares (28 millones de euros o 4.659 millones de pesetas) para una nueva central eléctrica en Minnesota, anunciados el martes por el secretario de Energía, Spencer Abraham, quien antes viajó a Florida para aprobar la inversión de 235 millones de dólares en una planta similar, cercana a Orlando, "que creará más de 1.800 empleos", según dijo.

Estos dos estados bisagra no son los únicos que han recibido tajada, porque Abraham anunció, a mediados de octubre, la concesión de otros 19,7 millones de dólares a Nuevo México, para financiar otra central energética de carbón. La generosidad de Bush con los estados que le interesan también volcó sobre Nevada 17,9 millones de dólares para reducir el ruido en el aeropuerto de Reno y 46,7 millones de dólares para mejoras ferroviarias en Pittsburgh (Pensilvania).

Repartir fondos públicos con fines electorales "es una técnica que se ha usado desde hace muchos años", explica David Williams, de Ciudadanos contra el Despilfarro Gubernamental. Pero Deb Callahan, presidente de Votantes de la Liga de Conservación asegura que Bush "lo está llevando este año a un extremo que podría marcar nuevas cotas".