El pueblo argelino hace historia tras la dimisión oficial, ayer, del presidente de Argelia, Abdelaziz Buteflika, quien ha permanecido en el poder veinte años. El anuncio se produce tras largas e inéditas movilizaciones sociales en las que los argelinos exigían su dimisión y un cambio de régimen para uno de los países más rentistas del Mediterráneo, gracias a los hidrocarburos, pero con unas bolsas enormes de desempleo. «El presidente ha notificado oficialmente al presidente del Consejo Constitucional su decisión de poner fin a su mandato en calidad del presidente de la República», informó la agencia oficial de noticias argelina, APS. La dimisión del ya expresidente ha abierto una tregua en la calle, aunque todo indica que los argelinos que desean un cambio real de régimen no renunciarán a las protestas hasta que el país entre en la senda democrática. Es necesario «una transformación del sistema de gobernanza y una desaparición de los tres clanes que lideran el país: los militares representados por la persona de Gaid Salah, el hermano de Buteflika y los servicios de inteligencia», declaró a este diario, Tahar Houchi, analista político, quien criticó además el Gobierno de transición anunciado por el poder militar y en el que «intervienen figuras del núcleo duro del régimen», añadió. Buteflika, de 82 años, se encuentra gravemente enfermo desde que sufrió en el 2013 una hemorragia cerebral que le postró en una silla de ruedas. A pesar de su estado de salud se presentó a un quinto mandato para las elecciones presidenciales previstas este mes de abril que fueron abortadas por unas inesperadas protestas populares sin precedentes desde la independencia del país en 1962.

No sólo lo han sido porque movilizó de manera masiva diferentes ciudades al mismo tiempo, sino también por su carácter pacífico y su prolongación en el tiempo. Todas las clases sociales y, en especial, los más jóvenes ocuparon la primera línea de las movilizaciones que empezaron con la retirada de la candidatura fantasma de Buteflika y que han continuado hasta ahora.

El jefe del Ejército y viceministro de Defensa, Gaid Salá, manifestó en un comunicado que «no hay tiempo que perder» en la aplicación de los artículos de la Constitución que permiten la inhabilitación del que hasta ahora había sido el presidente de la República argelina para «garantizar la gestión de los asuntos del Estado en el marco de la legitimad constitucional». Gaid se definió como «hijo del pueblo» y asume una «responsabilidad histórica», en alusión a la incierta transición de Argelia.

El Ejército juega un papel capital en el futuro político de Argelia y a ello se refirió su jefe: « Las Fuerzas Armadas buscan encontrar una solución a la crisis que emane exclusiva y estrictamente de su lealtad a la patria».

De momento, tanto la dimisión forzada de Buteflika como las declaraciones vertidas por el jefe del Ejército vienen a apaciguar temporalmente la convulsión social en la que se encuentra sumida el pueblo argelino dispuesto a seguir manteniendo el pulso por una reforma hacia la democracia.