Dos ancianos de 87 y 92 años fueron condenados ayer a cadena perpetua por genocidio. Es lo que queda de quienes 40 años atrás mataron a dos millones de personas, la cuarta parte de la población camboyana. La sentencia finiquitará probablemente un proceso judicial de desesperante lentitud y magro balance.

El tribunal declaró culpables a Nuon Chea, ideólogo de los jemeres rojos y «camarada número dos», y Khieu Samphan, expresidente, de diezmar a civiles vietnamitas y a la minoría musulmana cham. El tribunal resolvió que esos crímenes merecen la categoría de genocidio, que la Convención de Ginebra define como «el intento de destruir, en parte o completamente, un grupo nacional, étnico, racial o religioso».

La cuestión había dividido a los expertos por, paradójicamente, la magnitud de la masacre: algunos arguyeron que esos grupos no sufrieron más que el común de los camboyanos. Los jemeres rojos aplicaron muy democráticamente el asesinato, la esclavitud, la deportación, la tortura y las desapariciones.

Al final pesaron más los viejos discursos en los que Pol Pot pedía «erradicar cualquier semilla vietnamita» del país o la obligación de comer cerdo a los cham.

Youk Chang, director del centro que documenta las atrocidades jemeres, aclaró que esos abstrusos debates jurídicos no desvelaron a los familiares de las víctimas. «Lo que importa es que pasarán el resto de sus vidas en la cárcel», afirmó.

Esta es su segunda cadena perpetua tras la impuesta en el 2014 por crímenes contra la Humanidad a su propio pueblo. El tribunal había decidido años atrás dividir el proceso por miedo a que todos murieran antes de ser condenados. Habría supuesto el oprobio definitivo a un proceso con una factura de más de 300 millones de dólares y un balance de tres condenados.

El juicio ha sido una pesadilla desde que Camboya lo solicitó a la ONU en 1979. Primero fueron cuestiones jurídicas, como el cuerpo legal aplicable, y después las presiones políticas. El primer ministro actual, Hun Sen, fue un cargo medio jemer y siempre ha mirado con desconfianza al tribunal. Ha asegurado que los juicios no seguirán para evitar la división social en un país en que víctimas y verdugos son vecinos.

El tribunal condenó a Kaing Guek Eav, alias Duch, el profesor de matemáticas que dirigió las torturas y asesinatos de 15.000 detenidos en la infausta cárcel de Tuol Sleng. Después llegó el turno a los cuatro miembros de la cúpula, de los que solo sobreviven los dos condenados ayer. Ieng Sary, exministro de Exteriores, murió en el proceso.