Hong Kong, la capital financiera más vibrante de Asia ha amanecido con las calles recordándole la batalla. En las horas del balance ambos bandos pueden suspirar de alivio: los manifestantes han conseguido retrasar un día más el debate parlamentario de la infausta ley de extradición y el Gobierno local ha evitado otra larga ocupación del espacio urbano. No obstante, la organización Civil Human Rights Font, la convocante de la multitudinaria manifestación del pasado día 9 de junio, ha asegurado que está planificando otra marcha para el próximo domingo.

"Los legisladores serán notificados de la fecha de la reunión cuando sea decidida por el presidente", reza el comunicado que el Parlamento ha distribuido esta mañana. Supone la segunda cancelación de la lectura de una ley que en la isla se percibe como otro atentado a su autonomía. Acabará con la prohibición expresa de enviar fugitivos a la China continental y muchos temen un trasvase de disidentes políticos y otros elementos incómodos que han disfrutado en la isla de su refugio.

El comunicado ha desatado las especulaciones después de que Carrie Lam, la lideresa local, hubiera prometido que nada detendría su aprobación e incluso aligerado su tramitación. Algunos piensan que esperará a que se disipe la furia social. "Pero eso no funcionará hasta que no retiren la ley, la gente está preparada para seguir peleando", ha dicho Raymond Chan Chi-chuen. Otros esperan otro afeitado para vencer la desconfianza. Lam ya ha prometido que no se extraditará a nadie por delitos políticos o religiosos y que cada caso será examinado por un tribunal independiente y ratificado por el Ejecutivo. Todo ha sido inútil porque los recelos se han solidificado en las relaciones entre la isla y el continente. El reglamento parlamentario exige una convocatoria pública previa que podría sacar de nuevo a la multitud a las calles.

BALAS DE GOMA Y ESPRAY DE PIMIENTA

Las cargas policiales consiguieron a última hora del miércoles empujar de los escenarios más cercanos al Parlamento a los jóvenes. No ahorraron en medios: balas de goma, gas lacrimógeno y esprais de pimienta. Los opositores respondieron con adoquines y cualquier objeto del mobiliario urbano a mano. La jornada terminó con casi una ochentena de heridos entre manifestantes, policías y periodistas. Solo dos permanecen en estado grave, según fuentes oficiales.

El brío policial superó en mucho al visto en la Revuelta de los Paraguas del 2014. El objetivo era que los jóvenes no se hicieran fuertes y acabaran acampando en las principales avenidas del distrito financiero de Admiralty. Durante la mañana se había visto una cadena de suministros que sugería la voluntad de anclarse ahí de nuevo.

La policía guardaba este jueves por la mañana los accesos a las zonas más calientes sin que se hayan repetido los incidentes. Un grupo de jóvenes se ha apostado frente a un cordón policial con pancartas acusándoles de zurrar a los hongkoneses. Otros recogían de las calles las gafas de buceo, los paraguas y las máscaras y las guardaban para la próxima ocasión. El tráfico había regresado a las avenidas Tim Mei, Tim Wa y Lung Wo, escenario de las refriegas, y los centros comerciales han abierto sus puertas. Solo la estación de metro de Admiralty permanece cerrada. Hong Kong se despereza lentamente tras la pesadilla.

DEBATE SOBRE LA FUERZA POLICIAL

El debate sobre la fuerza policial ha continuado hoy. Lam había calificado anoche a los manifestantes de vándalos y, esta mañana, su asesor Ip Kwok-him, ha mostrado su apoyo a los agentes. "Defiendo a la policía por ejercer acciones necesarias cuando su seguridad estaba amenazada y me siento muy orgulloso de disponer de estos cuerpos disciplinarios", ha dicho. Wong Kwok-kin, legislador pro Pekín, también juzgó de apropiada la respuesta y "contenida en comparación con otras policía del mundo".

En el otro bando se ve de otra forma. "La mayoría de los que protestaban eran jóvenes desarmados. Carrie Lam es despiadada", ha contestado Wu Chi-wai, presidente del Partido Democrático. Wu también ha aclarado a la jefa ejecutiva, a los legisladores prochinos y a la policía que "no calmarán la ira del mundo ni siquiera muriendo 10.000 veces". El tono del debate no sugiere un final cercano del conflicto social en Hong Kong.

La discusión sobre la ley de extradición ha superado los límites insulares. La prensa nacional china la ha vuelto a señalar como imprescindible y ha acusado a fuerzas extranjeras de llevar el caos a la excolonia. La Unión Europea, en cambio, ha pedido una larga consulta pública. "Es una cuestión muy sensible, con potenciales consecuencias de amplio alcance para Hong Kong y su pueblo, para la UE y los ciudadanos extranjeros, y para la confianza empresarial en Hong Kong", ha añadido en un comunicado.