Durante poco más de seis meses, Reince Priebus tuvo seguramente el trabajo más difícil del mundo. Le tocó ser el primer jefe de gabinete de Donald Trump, el hombre encargado de poner orden en la Casa Blanca, de controlar los impulsos del jefe y coordinar con un mínimo de coherencia su agenda pantagruélica. No fue nada fácil, como los hechos se han encargado de demostrar. Él mismo lo ha comparado con “montar al caballo más fuerte e independiente” del mundo, una permanente montaña rusa con dimisiones precipitadas, investigaciones sobre la trama rusa y malabarismos para distorsionar la realidad. “Coge todo lo que sabes y multiplícalo por 50”, ha dicho Priebus para describir el caos y el descontrol del que fue testigo en la Casa Blanca.

Sus palabras salen de un extracto del libro que firma a dos manos con el escritor Chris Wipple, y que llegará a las librerías estadounidenses el próximo 6 de marzo. Lleva como título: ‘The Gatekeepers: How the White House Chiefs of Staff Define Every Presidency'. Y allí niega entre otras cosas que llamara “idiota” al presidente. “Le sigo queriendo, quiero que tenga éxito”, escribe el que fuera presidente del Comité Nacional Republicano.

Trabajo accidentado

Su trabajo fue accidentado desde el primer día, desde aquella ceremonia de investidura que para desdicha de Trump registró unos modestos números de asistencia. Un día después, el presidente le llamó a las seis de la mañana. Estaba lívido y furioso al ver cómo los medios habían puesto el aforo de su investidura muy lejos del de Barack Obama. “Esa información es basura”, le dijo Trump. Quería un remedio inmediato, un contrataque narrativo para disputar el relato de los medios y lo quería ya. Priebus pensó que era una mala idea -“¿Quién necesita una controversia sobre la investidura?"-, pero también creyó que el asunto tampoco merecía abrir una guerra con el jefe nada más iniciarse el mandato. El día terminó de la forma más surrealista posible, con el portavoz Sean Spicer ladrándole a los medios con aquella frase para el recuerdo: “Hemos tenido la mayor audiencia que ha seguido nunca una investidura. Y punto”.

Priebus acabó dimitiendo a finales de julio, incapaz de poner freno a las luchas intestinas de la Casa Blanca, las vomitonas tuiteras de su jefe y la percepción de caos recogida por los medios. No parece guardarle rencor, aunque habrá que esperar a la publicación del libro para conocer los detalles.