En la celda 17 de alta seguridad de la prisión de Rimonim cumplen condena Ambed, un dentista de Hebrón, y Mezzan, procedente de Rafah. Son "terroristas de Hamás". Habitan en una celda que parece confortable y hablan a través de la rejilla de la puerta, custodiada por un guarda. Ambed no tiene dudas: "No somos criminales ni terroristas, somos prisioneros de guerra".

El Gobierno israelí organizó esta semana una visita para la prensa a las prisiones de Rimonim y de Ofek, de menores. Rimonim es la cárcel más moderna del país --se abrió hace un año-- y probablemente la que mejores condiciones reúne. Sus pasillos son amplios y las celdas en las que cumplen sentencia sus 500 presos de seguridad están en buenas condiciones.

La peor, Shata

"Han elegido las prisiones a propósito. Seguro que no les llevan a la de Shata, una de las peores", dice con sarcasmo en su despacho de Ramala la abogada Sahar Francis, dirigente de Addameer, la Asociación de Ayuda a los Prisioneros que denuncia las condiciones de vida de los presos palestinos. En el 2003, Addameer publicó el informe Tortura de presos políticos palestinos en las cárceles israelís .

El escándalo de las torturas de la prisión iraquí de Abú Graib hizo que muchos dirigieran su mirada hacia Israel, donde asociaciones palestinas e israelís sostienen que los abusos son moneda corriente y que han aumentado con la segunda Intifada. "No hay diferencia entre Abú Graib y las cárceles israelís", sentencia Abu Sukar, de 68 años, el palestino que más años ha pasado (27) en las cárceles israelís después de que asesinara con una nevera llena de explosivos a 13 personas en Jerusalén. Para incidir en las comparaciones, la general que fue jefa de Abú Graib, Janis Karpinski, reveló el pasado sábado a la BBC que expertos israelís interrogaron a presos en Irak.

En 1987, la denominada Comisión Landau autorizó que los interrogadores usaran "presión física y psicológica moderada sobre los detenidos". En 1999, el Tribunal Supremo dictaminó que la tortura era ilegal en cualquier circunstancia, pero dejó algunas lagunas que los interrogadores, según denuncian los presos, rellenan en nombre de la seguridad. "La rehabilitación y un entorno humano son prioritarias, pero es muy difícil rehabilitar a un terrorista que no reconoce la autoridad del Estado", explica Ian Dominitz, uno de los portavoces del Servicio de Prisiones de Israel.

"4.000 terroristas"

El 30 de junio, en las 24 cárceles israelís había 15.620 presos, de los cuales unos 4.000 son "terroristas" o "presos de seguridad". El resto son criminales comunes. A ello hay que añadir unos 2.000 presos más que se reparten entre las cárceles militares y los numerosos centros de detención y de interrogatorio.

Un informe de la Oficina de Abogados de Oficio israelí de mayo del 2004 afirma que han aumentado drásticamente las denuncias de prisioneros que han sufrido violencia a manos de sus guardas. El informe de Addameer enumera una lista de torturas comunes en los interrogatorios, que van desde el shabeh --atar al prisionero en un ángulo de 70 grados en una silla de 30 por 30 centí- metros-- hasta las celdas-ataúd --celdas sin luz de un metro por un metro--, pasando por golpes, privación del sueño o música a alto volumen.

"En la prisión de Shata desnudan a los detenidos ante sus compañeros cada vez que entran y salen de sus módulos", denuncia Francis. Addameer también habla de celdas de colaboracionistas donde palestinos presionan a los detenidos para arrancarles las confesiones. Según la abogada, el método más habitual de tortura es "el aislamiento, que puede prolongarse durante años". "El máximo tiempo de aislamiento es de 14 días", dice con rotundidad Dominitz. "No hay que confundir eso con la segregación, que puede ser autorizada por seis meses", añade el portavoz de la prisión.

El informe de los abogados de oficio afirma que "las condiciones de las cárceles en Israel violan la salud y la dignidad de los prisioneros". Francis denuncia el hacinamiento de las celdas --"en Ashkelon hay 20 presos en celdas de 8 metros por 6",-- el poco tiempo que los presos están al aire libre, que en muchos casos la ducha y el retrete son una misma cosa, y que el traslado a un hospital es muy difícil por motivos "económicos y de seguridad".

Continuos traslados

Además, los presos son trasladados continuamente, lo que impide que se asienten en su entorno, y las visitas de los familiares son muy dificultosas. "La Cruz Roja tiene acceso libre, pero todos los hombres de entre 16 y 40 años tienen prohibidas las visitas y el resto de familiares necesitan permisos que tardan mucho o que nunca llegan", dice la abogada. Los letrados, añade Francis, deben pasar por un "humillante registro" cuando visitan a sus clientes y es habitual que un guarda tome notas de la conversación.

"No me enorgullezco de admitir que hoy hay 500 prisioneros durmiendo en el suelo, pero muy pocos de ellos son de seguridad", rebate Dominitz, quien añade: "Estamos invirtiendo para solucionar estos problemas". Según el portavoz, la media de espacio es de 3,3 metros cuadrados y hay celdas de hasta 10. Los traslados a hospitales y el número de horas al aire libre se deciden según "el riesgo que impliquen para la seguridad".

Dominitz afirma que los permisos para visitas dependen del Ejército y que la seguridad es la razón para la limitación de la franja de edad en las visitas, los registros a los abogados --"pueden transmitir mensajes de líderes terroristas o darles móviles"-- y el control de las conversaciones entre clientes y letrados. "Los terroristas usan contra nosotros nuestra intención de dar un trato humano a los prisioneros", sentencia Dominitz.