Hace un año, la terraza de la Casa de España en Casablanca era un campo de batalla. Ayer, en cambio, parecía un salón para banquetes. Las huellas del atentado que el 16 de mayo del 2003 devastó aquel lugar y lo dejó sembrado de cadáveres desmembrados se han borrado. El tiempo y el viento han limpiado el olor a carne quemada y ayer reabrió sus puertas. En el patio, decenas de mesas reposan bajo un toldo que emula la bandera española.

Aunque todos quieren olvidar, ya nada será como antes. Desde aquel viernes por noche, la seguridad es lo primero. Prueba de ello son los policías que custodian el edificio y la jaula enrejada en que el visitante se ve metido nada más franquear la puerta.

Espectáculos infantiles

La Asociación de Víctimas y Familiares de Víctimas del 16-M quería que el primer aniversario de unos atentados que segaron la vida de 45 personas --33 inocentes (4 de ellos españoles) y 12 kamikazes-- fuera una jornada para el recuerdo, la paz y el perdón. Para ello, organizó espectáculos infantiles para los niños de Sidi Mumen, el barrio del que salieron los terroristas que atacaron la Casa de España, el Hotel Farah, la Alianza Hebrea y un cementerio judío.

Primero, como símbolo de tolerancia religiosa, una manifestación de niños visitó una iglesia, una sinagoga y una mezquita. Posteriormente, en la sede del distrito de Sidi Mumen, hubo payasos y música para los pequeños, que acabaron comiendo un cuscús gigante por la paz. La asociación invitó a todos los actos convocados a los niños de las familias de los kamikazes.

El superviviente

"Queremos que los niños sepan lo que pasó para que no vuelva a ocurrir", explica Adil Fartaj, un profesor de español que sobrevivió al atentado. De los siete amigos con quienes pasaba la velada en la Casa de España, sólo él y otro lograron salir con vida del ataque.

Pero pagó un alto precio. La explosión le destrozó un ojo y le hizo perder el 80% de la visión del otro. "He necesitado ayuda psiquiátrica para superar el trauma", cuenta Fartaj. "Apenas veo, ya no puedo leer, la televisión la percibo borrosa y mis ingresos han caído un 50%".

A los actos se sumaron un grupo de mujeres vestidas con el niqab, el manto salafista que sólo deja una pequeña abertura para los ojos. Todas eran familiares de islamistas que, bajo la acusación de estar vinculadas al terrorismo, han sido condenados a largas penas de cárcel.

Solidaridad

"Venimos a mostrar nuestra solidaridad, nuestro rechazo al terrorismo y también para pedir ayuda, pues nuestros maridos son inocentes y nosotras también somos víctimas", exclama la esposa de un individuo, condenado a cadena perpetua.

Su lamento demuestra que la sociedad marroquí no ha cicatrizado aún las heridas. Sidi Mumen, la cuna de los 14 kamikazes, sigue siendo un barrio maldito. Las enormes extensiones de chabolas no han remitido, las basuras se acumulan en las calles y lo impregnan todo de un olor pestilente. Un año después, y pese a las promesas, la pobreza y el paro siguen haciendo estragos entre los jóvenes, que malviven entregados al tráfico de hachís y con la obsesión de emigrar.

Es más, en Sidi Mumen hoy se vive peor, pues los atentados han estigmatizado al barrio y a su gente. "No sirve de nada buscar trabajo, las empresas te rechazan en cuanto saben que vienes de Sidi Mumen", se lamenta un joven.

Sin indemnización

El semanario independiente Le Journal denuncia que los habitantes de Sidi Mumen no son los únicos olvidados. Los heridos no han recibido ninguna indemnización y el donativo real sólo ha sido para las familias de los fallecidos.

Pero hubo un olvido más terrible. Según Le journal, las autoridades, "en virtud de una moral absurda y deshonrosa", han omitido de la lista de fallecidos y, por tanto, de beneficiarios del donativo real, a cinco prostitutas que fallecieron, con lo que la cifra real de muertos se eleva a 50. Sin embargo, esas cinco jóvenes no existen. Como denuncia la madre de una de ellas: "Mi hija ha sido negada en vida y también en su muerte".