Los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden volvieron a protagonizar ayer la tercera jornada de protestas en Francia contra la subida del precio de los carburantes. Los llamados chalecos amarillos mantienen la presión sobre el presidente francés, Emmanuel Macron, y unos 75.000 desfilaron por las principales ciudades del país. En París se dieron cita 8.000 manifestantes y se vivieron escenas de caos en numerosos puntos de la capital en medio de un impresionante dispositivo policial que movilizó a 5.000 agentes. Los primeros enfrentamientos comenzaron a primera hora de la mañana en el Arco del Triunfo, oculto tras una espesa nube de gases lacrimógenos. El número de detenidos superó con creces el de toda la jornada del sábado anterior -200-, y más de 80 personas resultaron heridas, entre ellas 14 policías.

Las concentraciones pacíficas se vieron pronto alteradas por radicales que incendiaron coches, rompieron escaparates, destruyeron marquesinas de autobuses y levantaron barricadas con los materiales de obras que encontraban a su paso. En el bulevar Haussmann, dos grandes almacenes -Printemps y Galeries Lafayette- fueron evacuados y los Campos Elíseos permanecieron cerrados al tráfico.

Todos los museos de la zona cerraron sus puertas, así como numerosos comercios de la famosa avenida parisina.

El presidente francés, Emmanuel Macron, se enfrenta a la crisis social más grave del mandato sin que de momento se vislumbre una salida. Su propuesta de abrir un diálogo sin renunciar a la tasa a los carburantes deja a todo el mundo insatisfecho.