Noche de cambio y resonancias históricas en Chicago. La tercera ciudad de Estados Unidos tendrá su primera alcaldesa negra y lesbiana después de que la fiscala federal de 56 años Lori Lightfoot superara abrumadoramente a su rival en la segunda vuelta de las elecciones municipales. Sin apenas reconocimiento público cuando lanzó su campaña, Lightfoot se impuso a más de una docena de candidatos, algunos con apellidos ilustres y profusas conexiones políticas, atributos clave en una ciudad conocida por su fango político. Reemplazará a Rahm Emanuel, quien fue jefe de gabinete de Barack Obama en la Casa Blanca, después de que renunciara a un tercer mandato tras ocho años tormentosos.

Lightfoot no está afiliada a ningún partido, pero se define a sí misma como progresista. Llega con la promesa de cambiar el statu quo en una de las ciudades más complicadas del país, asfixiada financieramente por la deuda de 58.000 millones de dólares (unos 51.800 millones de euros) que mantiene el sistema de pensiones de sus funcionarios, desangrada por la violencia armada y con una cultura política estanca y acostumbrada a la corrupción. Lightfoot trabajó para el gobierno local de Emanuel, que la escogió para varios cargos de supervisión de la policía, pero acabó haciendo campaña contras sus políticas. En esa época participó en el demoledor informe que denunció los abusos de la policía de Chicago, un cuerpo que describió como impregnado de racismo institucional. «Nos enfrentábamos a intereses poderosos, a una maquinaria poderosa y a un alcalde poderoso. Nadie nos dio muchas opciones», dijo Lightfoot a sus seguidores tras anunciarse su victoria.

Con una población repartida casi a partes iguales entre blancos, negros e hispanos, el cúmulo de problemas que arrastra la ciudad de 2,7 millones de habitantes se han agudizado por las durísimas políticas de austeridad impuestas por Emanuel para estabilizar las finanzas urbanas. Se han cerrado cientos de colegios, han aumentado los impuestos y han pagado casi siempre los barrios más pobres.