Las pertinaces y torrenciales lluvias que han caído desde junio están provocando inundaciones en buena parte de China y han empujado al Gobierno a dictar medidas en modo de guerra para evitar que se repita la catástrofe de dos décadas atrás. Pekín ha elevado la alerta al segundo nivel más alto tras medir los destrozos y escuchar los inquietantes pronósticos meteorológicos.

Las inundaciones han afectado a 27 de las 31 provincias, causado 141 muertes, afectado a 40 millones de personas, forzado la evacuación apresurada de más de dos millones y destruido 28.000 viviendas, según el último balance oficial. Las imágenes muestran pueblos y ciudades anegados, soldados rescatando a vecinos de los tejados y lanchas surcando lo que antes eran calles. Wuhan, el epicentro del coronavirus, figura entre las más castigadas. Sus dirigentes hablaban ayer de una situación extremadamente grave y sus 11 millones de habitantes, que estos días se afanan en amontonar sacos terreros en los márgenes fluviales, soportan otro estado de alerta cuando aún no se habían recuperado de la pandemia.

A la provincia de Jiangxi han sido enviados 190 barcazas, 3.000 tiendas de campaña y 10.000 camastros. Los niveles en el lago Poyang, el mayor de agua fresca del país, superan en varios metros los registrados en las trágicas inundaciones de 1998. Incluso las remotas provincias de Tibet y Xinjiang han sufrido los embates de las aguas.

PERIODO CRÍTICO

La escenografía responde a la de cualquier desastre natural en China, con el Ejército movilizado a las regiones más afectadas para dirigir las labores de rescate y el presidente, Xi Jinping, ordenando a los líderes provinciales que aligeren la respuesta y pidiendo coraje a la ciudadanía. China ha entrado en un periodo crítico para controlar las inundaciones, alertó el presidente el fin de semana.

El Ministerio de Recursos Acuíferos sugiere un contexto dramático, con situaciones de riesgo en 433 ríos del país y 33 en sus máximos históricos. Las previsiones anuncian más lluvias esta semana y preocupa que la crisis presente se solape con la temporada del monzón que empieza en agosto.

Las inundaciones no son raras en el centro del país durante la época húmeda, pero este año las lluvias se han adelantado a junio y caído con más virulencia. Las tragedias humanas y la ruina de las cosechas han sido cíclicas en la cuenca del Yangtzé, la cicatriz fluvial que divide longitudinalmente el país. Sus crecidas han causado 300.000 muertes desde mediados del siglo pasado pero las mejoras en la monitorización hidrológica y en los protocolos de reacción han minimizado los daños.

UNA PRESA PARA DOMAR EL RÍO

Con la construcción de la gigantesca Presa de las Tres Gargantas se buscaba domar un río que ha dado tanta vida como muerte al país. El proyecto fue aprobado con la memoria aún fresca de los 4.150 muertos y 160.000 millones de yuanes (unos 20.000 millones de euros) en daños de las inundaciones de 1998. Los expertos aseguran que la mastodóntica obra, inaugurada en el 2003, minimiza el riesgo. También tranquiliza que aquellas infraviviendas que fueron la tumba de muchos vecinos hayan sido relevadas por sólidos edificios de dos y tres plantas.

La crisis agrava el 'annus horribilis' chino. El Gobierno ha padecido las protestas violentas en Hong Kong y la victoria nacionalista en Taiwán, ha coleccionado pleitos con Washington y lidiado con la peor pandemia de las últimas décadas. Las inundaciones y deslizamientos de tierras, que han cortado las comunicaciones en vastas zonas áreas del interior, llegan cuando Pekín intuía los brotes verdes en su economía. El Gobierno ha destinado ya un paquete especial de unos 40 millones de euros para compensar las terribles pérdidas que se intuyen.