Um Qasar, la ciudad portuaria que se convirtió en el primer escenario de la guerra de Irak, sufre desde hace un año una epidemia de espejismos. Las primeras fotos de la llegada de ayuda humanitaria --España envió un barco de la Armada-- vinieron de esta ciudad. Los primeros proyectos de reconstrucción marcaban con un círculo rojo esta zona pegada a Kuwait. Un año después, nada de esas promesas se cumplió. Fueron espejismos.

"Las ONG nos dieron galletas y unas naranjas, nada más. Vino un militar, nos dijo que iban a repartir ayuda, y resulta que había más periodistas que comida. Yo tomé una naranja y me hicieron 30 fotos", ironiza Talib Abdalá, un empleado del ayuntamiento.

Casas precarias

Um Qasar en realidad no es una ciudad, sino una extensión horizontal de precarias casas de una planta en las que viven 45.000 personas. Um Qasar es un espejismo cruel, en el que hay un mercado en el que se venden mirindas y lechugas tristes, un hospital que poca ayuda recibió, más que una capa de pintura, y un campo de fútbol formado por dos porterías sin redes en los extremos de un descampado de hierros oxidados.

Talib se disculpa por su dureza sobre una ayuda que se limita a "un puñado de proyectos de mantenimiento, nada de reconstrucción". "Entiéndame, agradecemos la ayuda, pero no es esto lo que necesitamos. No necesitamos caridad".

¿Qué necesita Um Qasar? Según el vicealcalde, Mohamed Mahdir Salda, "algo más que promesas. Empleo, un hospital en condiciones, un sistema de alcantarillado para que no se viertan las aguas fecales en la calle, que se arregle la subestación eléctrica dañada en los saqueos y, sobre todo, agua corriente".

El precio del agua

El mayor espejismo de Um Qasar es el agua. Antes de la guerra, el agua no apta para el consumo surgía de los grifos. Ahora, ni siquiera eso. El agua depende de camiones cisternas que se abastecen en una tubería situada a 20 metros de la frontera kuwaití y que procede del país vecino. La población paga unos 90 céntimos de euro por 100 litros. Agencias internacionales han financiado hasta ahora los camiones, pero dentro de un mes este negocio pasará a manos privadas. Y los precios subirán.

Los problemas de agua de Um Qasar vienen del régimen de Sadam, ya que el agua corriente depende de un acueducto procedente de Basora. Saqueadores y granjeros sabotearon la tubería de 70 kilómetros para revender el agua o regar sus campos. Con Sadam, la policía los perseguía. Ahora, campan por sus anchas. Y nadie ha reparado el acueducto.

El empleo debería venir del puerto en aguas del golfo Pérsico. Cuatro días después del inicio de la guerra, Stevedoring Services of America (SSA) --una empresa amiga de la Casa Blanca-- recibió su gestión. La SSA controla un puerto que ahora opera casi a pleno rendimiento. Pero los salarios de los trabajadores en los últimos meses son otro espejismo.

El misterio del dinero

"No sabemos qué ocurre con el dinero. La SSA dice que lo envían a Kuwait porque es más seguro que Irak, que están esperando órdenes de Bagdad, pero lo único cierto es que los trabajadores no cobran. Y Um Qasar depende del puerto", explica el vicealcalde.

Thahir Radhi al Mosarie es uno de estos trabajadores que no cobran. El espejismo de su hijo, Alí, de 11 años, fue un poco más corpóreo y duradero. Junto a compañeros de su escuela, Alí pasó unos días de vacaciones en España, enviados por el Ejército. Una orla con los otros niños, una camiseta de Mortadelo y Filemón y un brillo en la mirada cuando habla del Camp Nou es lo que guarda Alí de esos 20 días.

A su regreso, Alí se reencontró en su escuela con dos pupitres vacíos, los de dos compañeros que murieron durante la guerra. Y los recuerdos del conflicto --"boom, boom"--, de ese viaje en coche hasta lugares más seguros, de la frase con la que su padre los movilizó: "Si nos quedamos, moriremos". Son supervivientes de una guerra que no fue un espejismo.