Claveles en lugar de balas. De esta romántica forma tomaron en 1974 las calles de Lisboa los capitanes de abril. Reivindicaban sus derechos en una guerra que pesaba demasiado. El pueblo se sumó y, lo que comenzó como un golpe de Estado, acabó en la revolución que puso fin a la guerra colonial y encaminó a Portugal hacia la democracia.

En abril de 1974 se cumplían 13 años de la guerra que enfrentaba a Portugal con Angola, Guinea y Mozambique. La dictadura, instaurada por Salazar en 1926, seguía de la mano de Marcelo Caetano.

En el Ejército, la falta de oficiales llevó al Gobierno a conceder cargos superiores a militares menos cualificados. Algunos subalternos se opusieron y organizaron el Movimiento de los Capitanes, que comenzó como una queja corporativa, para transformarse luego en una causa más política que acabó por enfrentarse al Gobierno.

El pueblo portugués no dudó. Cuando sonaron los acordes de la revolución, salió a las calles de Lisboa para unirse a la marcha por la libertad. En Africa, la noticia anticipaba el final de la guerra.

Noche en vela

"Eran las cinco de la mañana. Me desperté con un gran alboroto. Alguien gritaba que había oído en la radio que en Portugal se había dado un golpe de Estado". Cuando Leandro Araujo recibió la noticia, realizaba el servicio militar en el africano Mozambique. Salió a festejar la revolución.

En Portugal, el golpe empezó a organizarse el 24, en un cuartel clandestino desde donde se establecieron las contraseñas. La canción Gr ndola Vila Morena, de José Afonso, fue la decisiva. Pasaban 20 minutos de la medianoche cuando sonó en las radios de Lisboa, anunciando a los soldados el comienzo del golpe. A las tres de la madrugada, el Movimiento de los Capitanes ocupó puntos estratégicos de la ciudad y a las seis llegó a la plaza de Comercio.

Desde allí, el capitán Salgueiro Maia condujo las tropas hasta el cuartel do Carmo. Al mediodía del 25 de abril, militares y civiles pedían la rendición de Caetano. "Fui corriendo hacia Carmo, siguiendo a las tropas y a la gente. Primero sentí estupefacción y luego, una gran alegría", indica José Barros, abogado, que había regresado de su misión de Angola dos días antes.

Eran casi las seis de la tarde cuando la bandera blanca asomó por la ventana del cuartel do Carmo. Una hora después, el general António de Spínola salía por la puerta. Junto a él, Marcelo Caetano era conducido al puesto de comando del movimiento. "Se me acercaron unos negros armados y me dijeron que querían ponerse bajo mis órdenes. Me volví a aquellos señores y dije: ´regresen a sus casas y estén quietos´. A mí, el 25 de abril no me decía nada. Creía que no tenía nada que ver con Mozambique". Sergio Falcao, entonces teniente coronel de los comandos, se equivocaba. Con el general Spínola como presidente de la República, se abría el camino hacia la independencia de Angola, Guinea y Mozambique.

Los días que siguieron a la revolución, los portugueses comenzaron a manifestarse por la libertad; los políticos exiliados regresaron; y Caetano partió exiliado a Brasil. Los soldados comenzaron a regresar de sus misiones, aunque todavía se mantuvieron algunas tropas hasta el momento de la independencia. Guinea fue la primera, en septiembre de 1974; Mozambique, en junio del 75; y en agosto del mismo año, Angola.

Fueron 14 años en un triple frente en el que combatió un millón de hombres. De ellos, 9.000 no regresaron. De los que lo hicieron, 100.000 ya no pudieron servir en las Fuerzas Armadas. "No gané nada, pasé hambre y sed, fui maltratado por los negros. Perdí mi juventud; estropeé mi vida. Tengo estrés de guerra y no veo posibilidades de curarme", se queja José Manuel Lerias.

Promesas

Paulo Portas, actual ministro de Defensa, promete cumplir. Parece que los combatientes de ultramar serán recompensados económicamente por los casi tres años de servicio militar obligatorio. En su memoria aún perduran los acordes de Gr ndola Vila Morena.