Suma y sigue. La insurgencia iraquí vinculada a Al Qaeda se atribuyó ayer el atentado con coche bomba en Bagdad en el que murieron al menos cinco personas y resultó herido el viceministro iraquí de Interior, el general Abdel Jabar al Shaliki, tan sólo días después de que otra explosión acabara con la vida del presidente de turno del Consejo de Gobierno Iraquí (CGI), Ezedin Salim. En tono de advertencia, un grupo radical, liderado por quien se supone es el principal aliado de Osama bin Laden en Irak, Abú Musab al Zarqaui, declaró que la operación envía "una poderosa señal a los aliados de Washington de que no pueden escapar de la venganza de Dios y de los muyahidines (combatientes)".

Los temores de un rebrote de los atentados suicidas, expresados por la coalición ocupante, se van haciendo realidad a medida que se acerca la emblemática fecha del traspaso de soberanía a un Gobierno provisional iraquí, prevista para el próximo 30 de junio. A primera hora de la mañana, una fuerte deflagración sacudió la capital iraquí, justo delante de la casa del político. "Sentí cómo mi casa temblaba; pensé que se iba a derrumbar", dijo a Reuters un agente de policía que vive en el barrio.

CUATRO GUARDAESPALDAS Cuatro de las víctimas mortales, según fuentes militares norteamericanas, eran guardaespaldas del viceministro. También perdió la vida una mujer que vivía en las proximidades. El viceministro iraquí tuvo que ser ingresado en un centro hospitalario, y sus médicos aseguraron que se hallaba en condición estable. No obstante, la declaración de la autoría, publicada en una página web islamista, dijo que el atentado era obra de un "mártir heroico" del "batallón de la muerte" que había hecho detonar el vehículo, con lo que, de confirmarse su autenticidad, el suicida también se encontraría entre los fallecidos.

La transferencia de autoridad ha puesto a las autoridades iraquís tuteladas por la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) en el ojo del huracán de la violencia. El ahora enemigo número uno de EEUU en Irak, Abú Musab al Zarqaui, ya se había atribuido el atentado que costó la vida a Salim, presidente de turno del CGI. Ante los nuevos episodios de violencia, destacados dirigentes iraquís han exigido asumir competencias en materia de seguridad y defensa para no ser percibidos como un Ejecutivo títere por los ciudadanos y poder afrontar el desafío de los grupos radicales.

PEREGRINOS EN LAS CALLES Los sucesos de Bagdad pusieron una sombría nota a un día en el que la ciudad santa de Kerbala vivió una de sus primeras jornadas de tranquilidad desde hace semanas. Según comprobaron las agencias internacionales, civiles, comerciantes y hasta peregrinos se dejaron ver por las calles de la ciudad santa shií después de que las tropas norteamericanas se retiraran del centro de la capital. Los blindados ya empezaron a salir el viernes de uno de los principales escenarios de los combates de las últimas semanas entre los soldados estadounidenses y los milicianos del Ejército del Mehdi, leal al cabecilla radical Moktada al Sadr.

El entorno de Sadr no se dio por satisfecho ante la aparente retirada estadounidense y exigió garantías de que no regresarán. "Estamos preparados para poner fin a nuestra presencia armada en el momento en que las fuerzas de ocupación abandonen las ciudades santas", declaró Qais al Jazali, ayudante de Moktada al Sadr, antes de puntualizar: "Hasta el momento, no hay garantías de que las fuerzas de ocupación no regresarán a los lugares santos shiís".

Por si las advertencias de Jazali no fueran suficientemente explícitas, los milicianos shiís posicionados en el centro de Kerbala se declararon prestos a reanudar los combates si regresan los ocupantes.