Hacía nueve meses que Mohammed Alí estaba detenido cuando lo sentaron encima de una silla de plástico roja, ante los focos. Las milicias kurdas lo habían capturado mientras intentaba -sin éxito- escapar de Siria cruzando la frontera con Turquía. Alí, ciudadano canadiense de 28 años, casado y padre de dos hijos, miembro del Estado Islámico (EI), se preguntaba «por qué no debería poder volver a casa». «No he hecho nada malo en Canadá; no he infringido ninguna ley allí. De acuerdo, vine aquí, pero eso lo hice por la gente siria. Quiero decir: crecí en Canadá, mi familia está en Canadá y mis amigos están en Canadá. No tengo ningún sitio más a donde ir. Esa es mi casa», dijo el yihadista en una entrevista a la agencia AFP.

EEUU pidió la semana pasada a sus aliados que repatríen a todos sus yihadistas nacionales que en la actualidad se encuentran en las cárceles de las milicias kurdas en el noreste de Siria, una vez acabada la operación contra el Estado Islámico (EI). Canadá, en un principio, se negó, alegando que era demasiado peligroso. Pero solo unos días después aseguró haber abierto un canal de comunicación con los kurdos. Las negociaciones están en marcha en todo el mundo.

TAMBIÉN MUJERES Y NIÑOS

Por ahora, en las cárceles kurdas hay cerca de 4.000 miembros del EI, 900 de los cuales son extranjeros; es decir, ni sirios ni iraquís. Entre las personas retenidas también están las mujeres de los combatientes, que no han participado en los combates pero que, como sus maridos, abandonaron sus países para emigrar al paraíso terrenal que prometía la fabulosa propaganda del EI. Y también están, por supuesto, sus hijos, en muchos casos nacidos en Siria.

Ahora, presos en las cárceles kurdas, muchos querrían volver a sus países de origen. «Hay mucha mala sangre entre los extranjeros [que formábamos parte del EI] y los sirios e iraquís. Los extranjeros nos sentimos abandonados. Nosotros queremos escapar y volver a casa; los sirios e iraquís intentan infiltrarse de nuevo entre la población», explica Alí. Entre los extranjeros encarcelados en el norte de Siria hay británicos, franceses, belgas, alemanes, rusos, chechenos, canadienses, filipinos, uzbekos, kazajos y un largo etcétera. Puede haber también españoles, aunque las milicias kurdas no dicen el número exacto.

En diciembre del 2017, ya eran 199 hombres y 23 mujeres las personas que habían viajadado desde España a Siria e Irak como CTE (combatientes terroristas extranjeros) para luchar junto al EI, en un movimiento que se inició en el 2012. Del total de 222, según fuentes policiales españolas, 43 tenían nacionalidad española y los demás, en su mayoría, eran marroquís con permiso de residencia en España. Cuarenta han muerto en combate y otros siete en atentados suicidas; 34 volvieron a España. De ellos, 13 están en prisiones españolas.

El Gobierno, de momento, ha recibido la petición estadounidense y está a la espera de que se le informe de cuántos yihadistas españoles están en cárceles kurdas, si es que los hay. A las fuentes policiales consultadas por este diario no les consta ningún español entre los prisioneros de guerra tomados por milicias kurdas al EI. «Estamos en fase de averiguarlo. Luego, ya veremos», declaran fuentes del Ministerio del Interior. El «ya veremos» es clave. La repatriación no es sencilla, pues estas personas son cautivas de una autoridad -las milicias kurdosirias- no estatal: la extradición normal aquí no sirve. «Ir a combatir por el DAESH es un delito de integración en banda terrorista. Pero no serían claras las circunstancias de la detención», explican fuentes de los operativos antiterroristas de las Fuerzas de Seguridad del Estado, para quienes -como en el resto de los países occidentales- el retorno de milicianos del radicalismo islámico es una amenaza «de primer orden».

CONSECUENCIAS

Todo lo ha precipitado la decisión de Donald Trump de retirar, cuanto antes, sus 2.000 soldados desplegados actualmente en Siria. Ese anuncio ha dado alas a Turquía, que ve a las milicias kurdas como una amenaza. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se prepara para atacar el Kurdistán, pues así lo ha dicho, en cuanto vea la mínima oportunidad.

Francia quiere evitar la dispersión y estudia cómo repatriar a 130 de sus ciudadanos, entre combatientes y familiares, de las cárceles kurdas. Bélgica afirma que facilitará el retorno de los menores de 10 años y que para el resto estudiará «caso por caso». La posición oficial alemana es que «todos los ciudadanos tienen el derecho de retornar a Alemania y en el Reino Unido la vuelta de los yihadistas está considerada una «amenaza de primer orden» por los responsables antiterroristas.