En la ciudad de Buenos Aires centenares de niños, niñas y adolescentes, así como decenas de madres embarazadas, viven y duermen en las calles. Una de esas criaturas se llama Maia Yael Beloso. Los argentinos descubrieron su rostro en la televisión, las redes sociales y los diarios. Es delgada y su tez trigueña. Tiene un cabello negro y lacio que le llega hasta la cintura. Sus ojos son oscuros como los temores que están a la orden del día. Su secuestro, el pasado lunes, estremece a la sociedad.

Casi 1000 policías, con perros rastreadores, dos helicópteros y drones, la buscan en la periferia bonaerense. El operativo lleva el nombre de "Mecanismo Sofía", por una niña de tres años que corrió la misma suerte que Maia hace 12 años. A diferencia de este reciente caso, Sofía nunca fue encontrada, y ese precedente es el que provoca escalofríos.

"Todas las brigadas tienen como prioridad uno encontrarla y que vuelva con su madre", dijo el vicejefe del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Diego Santilli. Aunque todavía no se sabe dónde puede estar, el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, informó en la noche del miércoles que fue encontrada su bicicleta. "Estamos por el buen camino", dijo sobre la investigación, pero pidió cautela: la periferia, recordó, tiene 31 millones de manzanas que hay que rastrillar. "Es como la búsqueda de un tesoro".

El 15 de marzo, a las 09:17 de la mañana, Maia fue vista por última vez en el barrio de Villa Lugano, muy cerca de la carretera que separa a la capital de la provincia de Buenos Aires. Vestía una camiseta rosa con el dibujo de un oso. El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha informado que la menor tiene puede ser además identificada por un indicio inequívoco: una cicatriz por quemadura en el brazo derecho.

El presunto secuestrador

Todos las pistas apuntan a una persona de aproximadamente 40 años. "Le prometió una bicicleta más grande de la que ya tenía. El hombre tiene denuncias por abusos de menores", se advierte con el añadido de imágenes captadas por cámaras de seguridad en una estación ferroviaria en las que se los ve juntos.

Carlos Savanz, la persona señalada como el responsable del secuestro, tiene 35 años. Según la madre de Maia, "Carlitos", como lo llamaba, se hizo asiduo del lugar donde ellas pasaban las noches. En las inmediaciones del Barrio Cildañez se dedicaba a "cartonear", un verbo que el lenguaje popular incorporó a partir de la gran crisis económica de 2001 y que hace alusión al trabajo de separar residuos que luego son revendidos. Ese oficio de emergencia ha vuelto a renacer con fuerza durante la pandemia. La madre confió en la promesa de Savanz de un regalo para su hija, aunque no se ajustara a su evidente falta de recursos. Pronto se dio cuenta que había sido engañada y acudió a una comisaría a formular la denuncia. Fue tal el impacto de la noticia que vecinos de la zona cortaron una carretera para que todos se enteraran de lo que había ocurrido. La policía arrestó a un Carlos Savanz pero resultó ser su primo, sobre quien pesaba un pedido de captura por trata de personas.

El hermano del presunto secuestrador también tuvo cosas que decir. "Es una porquería, abusó de mi sobrino", dijo. "No tiene perdón, no lo escondemos, no lo queremos y no le abriría la puerta de mi casa ni a palos". Savanz, señaló el portal Infobae, ha sido a su vez objeto de una denuncia penal por "abuso sexual simple" a una menor de su propio entorno familiar.

El caso Maia tiene la suficiente fuerza como para conmover a buena parte de los argentinos. Pero este país tiene a su vez una historia macabra de niños desaparecidos: de 400 fueron arrancados de sus madres durante la última dictadura militar (1976-83). Algunos nacieron en cautiverio. Las Abuelas de Plaza de Mayo recuperaron a 130 durante los últimos 40 años.