“Un misil norcoreano está sobrevolando Japón. Por favor póngase a cubierto en las zonas de espera o dentro de los vagones”. Los tokiotas que por la mañana se preguntaban qué había alterado la mítica puntualidad de sus trenes han recibido la respuesta de los altavoces de la estación. Las sirenas habían despertado a la población horas antes en las zonas septentrionales del país y en sus teléfonos habían recibido un mensaje gubernamental aclarando que un misil pasaba sobre sus cabezas. “Si encuentras algún objeto sospechoso, no te acerques y llama inmediatamente a la policía o los bomberos”, aconsejaba.

El misil que al alba ha surcado los cielos de la isla de Hokkaido acentúa la amenaza norcoreana cuando sus lanzamientos se deslizaban hacia la rutina y el pasotismo mediático. Sólo existen dos precedentes en 1998 y 2009, siempre con misiles que ponían en órbita satélites presuntamente científicos y que fueron avisados por Pionyang en las horas previas. El último careció de aviso y dudas: su finalidad es militar.

El misil salió a las 5.57 AM (hora local) desde Sunan, muy cerca de la capital, y voló unos 2.700 kilómetros a una altura máxima de 500 antes de caer a 1.200 al este de suelo japonés. Del último desmán norcoreano se extraen varias lecturas.

ZONA NO REGISTRADA

La primera es la ubicación. El lanzamiento ha partido de una zona no registrada. En los últimos meses Corea del Norte se ha esforzado en diversificar el origen de sus disparos para subrayar que puede efectuarlos cuándo y desde dónde quiera. Los expertos ya han alertado que Estados Unidos sería incapaz de desactivar todas sus puntos de fuego en un ataque preventivo. Pionyang suma nuevas bases de lanzamientos, ha probado con éxito los proyectiles desde submarinos y construido durante años una extensa red de túneles para ocultar su artillería variada.

La segunda es la longitud. El misil no ha descrito la trayectoria ovalada de los dos intercontinentales lanzados en julio y con supuesta capacidad de golpear Estados Unidos. El misil utilizado hoy es presumiblemente un Kwaesong-12, el mismo con el que Pionyang amenazó con atacar semanas atrás la base de Guam. Esa isla dista de Corea del Norte unos 3.300 kilómetros y el misil matutino ha alcanzado los 2.700. La prueba subraya la amenaza a Guam no sólo porque la distancia se acorta sino porque sugiere que Corea del Norte está aprendiendo a manejar los Kwaesong-12. Tres de sus últimos cuatro ensayos habían fracasado.

Y la tercera es la atención mediática que exige Corea del Norte. Aquel anuncio de lanzar cuatro misiles que caerían a apenas 30 kilómetros de la base estadounidense había dejado el listón muy alto y la posterior anulación bajó el suflé sin remedio. Los tres anodinos misiles de corto alcance lanzados esta semana fueron relegados a los arcenes informativos en un contexto de inundaciones históricas en Estados Unidos. El vuelo sobre Japón es el necesario elemento perturbador para reclamar las portadas globales.

ESCUDOS PROTECTORES

Tokio ha informado de que ningún avión o barco ha sido dañado. También que no ha intentado abatir el misil con los escudos que deberían proteger a su población. No ha aclarado la razón pero responde a cuestiones técnicas: las baterías antimisiles PAC-3 japonesas sólo pueden abatir proyectiles a un radio de 30 kilómetros, es decir, en la fase final de su vuelo descendente.

Al primer ministro japonés, Shinzo Abe, acostumbrado a desayunar con lanzamientos norcoreanos de misiles, se le ha visto hoy más descompuesto. Ha calificado el lanzamiento de “amenaza grave y sin precedentes” y después ha hablado durante 40 minutos por teléfono con el presidente estadounidense, Donald Trump. Ambos han decidido ampliar la presión sobre Pionyang y pedir una reunión de urgencia en el Consejo de Seguridad de la ONU. Es la inútil liturgia internacional que sigue a las tropelías norcoreanas. Kim Jong-un ha ordenado el lanzamiento de 18 misiles este año cuando su padre no superó los 16 en 17 años en el poder.