Estos días, Cisjordania recuerda mucho al sur de España. Las ramas de los olivos, dobladas por el peso de las aceitunas, invitan a la recolecta, y familias palestinas enteras se dedican a ella en largas jornadas laborales. El método --golpear con un rastrillo las ramas o recoger las aceitunas con las manos, técnica habitual de los niños--, las ropas y los burros cargados con alforjas repletas de aceitunas contribuyen a la semejanza entre los paisajes, entre el pasado y el presente. Con una cruda excepción: en Cisjordania, la cosecha por primera vez se efectúa a la sombra del muro.

Muro que, como en el caso de la aldea de Beit Amín (en el distrito de Kalkilia), toma la forma de alambrada electrificada. El asentamiento de Sharei Tikva --las Puertas de la Esperanza, en hebreo, un guiño cruel-- se encuentra a una decena de metros de Beit Amín. De ahí, el muro. De ahí, las hectáreas de olivos destruidas para construir la barrera. De ahí, la tristeza y la desesperación con la que esta aldea afronta lo que tradicionalmente había sido una fiesta colectiva. En el 2002, fecha de la última recolección de aceitunas, ni en Beit Amín ni en Cisjordania había muro. Según datos de la ONU, una vez la barrera esté completada, 8.500 hectáreas de olivos --lo que supone alrededor de un millón de árboles-- serán inaccesibles.

Duro golpe

Un golpe duro, casi mortal, si se tiene en cuenta que el 45% de la tierra agrícola palestina (89.826 hectáreas) se dedica a los olivos. Beit Amín representa el enfoque a gran escala de los problemas que la ocupación israelí genera en un sector tan básico de la economía palestina. Unos 10 millones de olivos deben ser recolectados este año con una producción prevista de 18 kilos por hectárea, siempre y cuando los agricultores puedan llegar a sus tierras de cultivo. El muro, los cierres, las detenciones de campesinos por el Ejército --la mayoría de los casos, porque sus olivos han cometido el delito de estar demasiado cerca de un asentamiento-- y la agresión física de los colonos dificultan la campaña de recolecta.

Al acabar la cosecha, aparece el segundo obstáculo. Las restricciones de movimientos convierten en imposible enviar las aceitunas a la prensa y, luego, distribuir el aceite. La ONU afirma que de las 215 prensas operativas en Palestina, 62 están temporalmente cerradas. Por no hablar de la exportación, que casi ha desaparecido a causa de la imposibilidad de transportar la mercancía.

Bidal Yuma, de 37 años, con nueve hijos, ilustra los efectos que estas políticas tienen en la gente común, esos efectos que Israel y sus defensores desdeñan como necesarios para garantizar la seguridad de sus ciudadanos. En el caso de Bidal, los ciudadanos de Israel con los que se ve las caras son los colonos del asentamiento de Kedumim, fronterizo con la aldea de Kafr Qadum, también en Kalkilia. Esos son los ciudadanos que saquean, bajo la mirada indiferente de los soldados, sus 160 olivos, situados a las puertas de la colonia. Esos son los militares que le prohibieron recolectar porque sus olivos están muy cerca del asentamiento. Esos son los ciudadanos y los militares de Israel que lo detuvieron al unísono cuando insistió en recoger las aceitunas y que lo encarcelaron tres días en la prisión de la colonia.

Más casos

No es Bidal un caso único. Hani Shadeh, 26 años, de la aldea de Asira al Qibliye, en Naplusa, se recupera de un disparo en el cuello que recibió de un colono cuando recolectaba. En la aldea de Yanún, los militares sólo han dejado tres días a los campesinos para recolectar. Responden a la presión de los colonos de Itamar, que afirman que los frutos de la tierra de Israel deben ser sólo para los judíos.

Visita de la ONU

Hace un par de días, a Bidal lo visitó una cohorte de jefes de agencias de la ONU y de periodistas que le ayudaron a recolectar, le fotografiaron y le dieron palmaditas en la espalda, bajo la atenta mirada de los soldados. Después de que la caravana de coches de matrícula diplomática se fuera, Bidal se quedó. Alguien comentó que los palestinos deberían empezar a construir en Cisjordania su propio muro de seguridad. De 12 metros de alto, por lo menos.