El número dos del Partido Laborista, John McDonnell, mostró su preocupación ante la perspectiva de que el partido se pueda romper por las acusaciones de antisemitismo. «Hay gente que se quiere marchar del partido y estoy triste por ello, estoy realmente triste y preocupado», confesó. McDonell hizo un llamamiento para resolver el problema «a toda costa» y dijo que estará encantado de poder hablar con los miembros desencantados.

Las declaraciones se producen después de la dimisión el jueves del veterano diputado Frank Field, que acusó a los líderes del partido de convertirse en «una fuerza de antisemitismo en la política británica». También Emily Benn, la nieta del histórico izquierdista laborista Tony Benn, amenazó con dejar el partido tras ser insultada y abusada por seguidores de Corbyn en las redes sociales. Benn había dicho que «las personas que utilizan el veneno antisemita deben entender que no lo hacen en mi nombre o el de mi partido y es mi responsabilidad erradicar el antisemitismo».

La polémica empezó cuando en julio la Ejecutiva del partido tan solo adoptó, en su código de conducta interno, siete de los once ejemplos de la definición de antisemitismo de la Organización Internacional por la Memoria del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés). Muchos diputados laboristas, entre ellos Corbyn, consideraban que los otros cuatro ejemplos podrían limitar las críticas legítimas a la creación del estado de Israel sin ser acusados de hostilidad hacia los judíos. Esto exacerbó a la comunidad judía y a buena parte del laborismo, provocando la dimisión de varios miembros de origen judío. Y empezaron a publicar vídeos antiguos de Corbyn acudiendo a actos propalestinos. La ejecutiva laborista discutirá este martes si adopta la definición completa «antisemitismo» de la IHRA.

«Estamos dispuestos a dialogar con Corbyn siempre que deje claro que adoptará medidas contundentes contra los antisemitas en el partido», aseguró Igor Caplin, presidente del Movimiento Judío Laborista, que se reunió ayer en Londres para tratar el asunto. «Jeremy [Corbyn] ha permitido que el antisemitismo y el racismo gobiernen la vida», denunció ayer la veterana diputada Margaret Hodge, que el mes pasado llamó a Corbyn «racista antisemita».

Pero no solo han sido las acusaciones de antisemitismo las que han llevado al partido al abismo sino que también hay otros factores como el segundo referéndum del brexit, la división entre el ala derecha y el ala izquierdista a la que pertenece Corbyn, y las denuncias de abusos. La última en denunciar abusos fue la concejala por Bury Annette McKay, que cayó en una depresión tras haber sido amenazada por compañeros del partido.

EVITAR LA INTIMIDACIÓN / Varios pesos pesados del partido están advirtiendo de las consecuencias que podría tener para el partido una escisión como la que se produjo en el año 1981. «Debemos abandonar este regreso a la intimidación y al matonismo que había en los 80 y provocó la rotura», alertó el exministro David Blunkett. En el año 1981 varios disidentes laboristas crearon el centrista Partido Democrático Social (SDP). En las elecciones del 83 lograron 7,8 millones de votos, por los 8,5 millones de los laboristas, pero gracias al sistema electoral de acumulación de votos británico el SDP consiguió 23 diputados mientras que los laboristas 209. El SDP fue criticado tanto por la derecha como por la izquierda del Partido Laborista por haber dispersado el voto favoreciendo victoria de los conservadores. El exministro Denis Healey, reconoció en en el 2015 que «el efecto más inmediato del SDP fue retardar la recuperación del Partido Laborista diez años y garantizar dos legislaturas más en el poder a Thatcher».