Los enfrentamientos de policías y jóvenes activistas regresaron ayer a Hong Kong en el aniversario del fin de la colonización británica. El movimiento autodenominado prodemocrático había marcado el día en rojo para protestar contra la ley de extradición y tras un largo tira y afloja, cientos de manifestantes lograron irrumpir en el Parlamento de Hong Kong, del que fueron desalojados con gases lacrimógenos y gas pimienta cuatro horas más tarde.

Una multitud logró destrozar las barreras y las puertas del edificio con barras de acero, ladrillos y acceder al interior. Los agentes que se encontraban dentro del edificio se retiraron en cuanto entraron los manifestantes. Los asaltantes, ataviados con cascos y máscaras antigas, llegaron hasta el salón de plenos, donde desplegaron una bandera colonial británica y escribieron «Hong Kong no es China».

Los primeros choques llegaron media hora antes de la ceremonia que cada año marca el regreso de la isla a la madre patria. Cientos de jóvenes se enfrentaron a la Policía que protegía el Centro de Convenciones y Exhibiciones y utilizó gas pimienta y porras para repeler las agresiones. La Policía informó de que una docena de agentes fuerondo atendidos en el hospital después de haber sido rociados conr un «líquido desconocido» que les ha causó problemas respiratorios.

El clima convulso había aconsejado celebrar esta vez en un lugar cerrado los actos conmemorativos que empiezan con el izado de la bandera. Carrie Lam, la jefa ejecutiva, repitió en su discurso el propósito de enmienda. «He aprendido la lección y prometo que el Gobierno trabajará con más cercanía y responsabilidad a las aspiraciones, sentimientos y opiniones de la comunidad», dijo. Fue el primer acto público de Lam desde que encadenó tres disculpas en cuatro días por haber empujado la tramitación de la ley de extradición en contra del sentir mayoritario. Su discurso fue interrumpido por legisladores de la oposición que exigieron su dimisión y la retirada definitiva de la ley.

La tensión regresó sobre las 15.00 horas (las 9 de la mañana en España) con el asalto al Parlamento. Los activistas, con las icónicas camisetas negras y cascos amarillos, utilizaron barras de metal y carritos de la compra como arietes para destrozar las puertas acristaladas del edificio. Sus intentos terminaron por resquebrajar una puerta bajo la mirada en el interior de los antidisturbios. Los legisladores prodemocráticos que intentaron detener a los jóvenes y pedirles que retomaran la senda pacífica fueron apartados y algunos golpeados por la turbamulta. Hong Kong entró en combustión con la propuesta de ley de extradición que, según sus críticos, atenta contra la independencia judicial y el sistema de derechos y libertades que Pekín se comprometió a preservar cuando Hong Kong regresó a la madre patria en 1997.

Lam se esforzó en tranquilizar a la opinión pública con enmiendas: la norma excluye los delitos políticos y religiosos y las extradiciones serán examinadas caso por caso por un tribunal de la isla. Pero persiste el temor de que Pekín pueda cocinar cargos y es dudoso que el Gobierno local posea la voluntad y mucho menos las fuerzas para oponerse a una exigencia del Gobierno central.

LEY SUSPENDIDA / Las dos protestas masivas y los disturbios registrados el día en que iba a ser debatida en el Parlamento forzaron la suspensión de la ley. Los jóvenes, sin embargo, continuaron las protestas con un largo pliego de exigencias: la dimisión de Lam, sus disculpas por llamar vándalos a los manifestantes del miércoles y por ordenar la presunta represión policial, garantías de que ningún joven será enjuiciado por aquellos hechos y la cancelación definitiva de la ley de extradición.