En el número 68 de la calle de las Plantas hay ramos de flores y dos pintadas. «La policía mata», dice una de ellas. «Abuso», reza la otra. Las dos frases sintetizan el ánimo de los vecinos de Aboubakar Fofana, el chaval de 22 años que recibió hace dos días el balazo mortal de un agente de las Compañías Republicanas de Seguridad (CRS) durante un control de tráfico en Breil, un barrio de 3.500 habitantes a quince minutos del centro de Nantes.

Desde entonces, las noches son tensas y los jóvenes muestran su rabia con violencia. Durante el día, en cambio, reina la calma en una zona de aspecto residencial con casas bajas rodeadas de jardines en la que sobresale algún bloque aislado de mayor altura. Las calles están limpias pero los coches calcinados que aparecen de vez en cuando o el gabinete médico destrozado de un pequeño centro comercial delatan que algo pasa.

Lo que pasa es que se repite lo vivido en otros barrios franceses cada vez que la policía se pasa de frenada. La gente estalla. «Nunca he visto nada igual. Disparar a la gente así…», se lamenta el dueño de la panadería ‘Breil d’Orient’ mientras muestra una foto del chico fallecido. «Se te encoge el corazón. Estamos en Francia y somos todos iguales. Asiáticos, africanos, magrebíes, somos todos franceses».

Su queja es una crítica reiterada en estos barrios que la administración llama eufemísticamente «sensibles». Ahora, en la nueva terminología de la presidencia de Emmanuel Macron se han rebautizado como «los de la conquista republicana».

Sin embargo, la ley de la república no contempla ningún plan para las banlieues en las que el paro juvenil dobla la media del país y el ascensor social parece averiado. «En el fondo hay una enorme pobreza y los jóvenes usan la rebelión para ser escuchados», reflexiona Julien, un jubilado de 66 años que no ve normal la muerte de Fofana.

Aboubakar Fofana estaba fichado por robo y la policía sospechaba que trapicheaba con droga. Nadie lo niega en Breil, pero creen que eso no justifica lo sucedido. «No se mata a nadie de un balazo en la cabeza, haya hecho lo que haya hecho. Yo soy blanca y la policía no me ha parado nunca», cuenta Danielle, una profesora universitaria de 50 años. Ella es una de las cientos de personas que este jueves han participado en un recorrido silencioso en solidaridad con la familia del chico. Una Marcha blanca a la que asistieron muchos jóvenes, muchos niños y muchas madres.

La Inspección de la Policía Nacional ha abierto una investigación para aclarar las circunstancias del drama y el autor del disparo que alcanzó en la carótida al joven se encuentra en detención provisional por el cargo de «violencia voluntaria de una persona depositaria de autoridad pública que condujo a una muerte no intencionada», según anunció el fiscal de Nantes, Pierre Sennès.

También el primer ministro, Edouard Philippe, que se ha desplazado este jueves a Nantes, ha prometido transparencia. Sin embargo, sus declaraciones se ven con escepticismo en Breil. «Al final siempre archivan el caso. El uniforme les protege», comenta Simon, un fotógrafo de 22 años que observa el goteo de gente que se acerca a depositar flores en el lugar del que ha partido la marcha entre gritos de «Justicia para Abou», «Sin justicia no hay paz» y «Policía asesina».

El homenaje se cerró con un minuto de silencio y transcurrió sin incidentes, aunque se teme que esta noche vuelvan a repetirse los disturbios de los últimos días. Este miércoles hubo 19 detenidos y los incidentes se han propagado a otros suburbios.