Aunque el presidente estadounidense, George Bush, insiste en que las torturas y humillaciones infligidas a prisioneros iraquís fueron obra de un reducido número de soldados, los detalles sobre métodos empleados que van emergiendo indican que la cúpula militar estadounidense instigó los malos tratos y estaba al tanto de los castigos inhumanos.

Según reveló ayer The Washington Post , en noviembre del 2003 se diseñó un duro plan de interrogatorio "que iba más allá de lo permitido normalmente por el Ejército", para aplicárselo a un preso sirio detenido en la cárcel bagdadí de Abú Graib. Ese plan --cuyo fin era aterrorizar al detenido con perros, privación de sueño, y reclusión en aislamiento desnudo y encapuchado-- fue enviado al jefe de las fuerzas de EEUU en Irak, general Ricardo Sánchez.

Incluso antes, el general Geoffrey Miller, exjefe de la prisión establecida por EEUU en su base cubana de Guantánamo, quien ahora dirige Abú Graib, fue encargado por el Pentágono de organizar los interrogatorios en la cárcel iraquí, para obtener más información de los presos. A tal fin, Miller firmó el 9 de septiembre del 2003 una directiva con cinco recomendaciones para el adiestramiento de la policía militar sobre cómo establecer "las condiciones para interrogar y explotar satisfactoriamente a los detenidos".

"MAXIMIZAR LA EFICACIA" Poco después, el general Sánchez firmó un documento secreto, que ha logrado el Post , orientado a "maximizar la eficacia de los interrogatorios", a base de "dejar razonablemente manos libres a los interrogadores".

Apenas un mes más tarde, el 19 de noviembre, Sánchez asignó el mando sobre las dos áreas de Abú Graib donde se cometieron los abusos al coronel Thomas Pappas, del espionaje militar. Pappas fue implicado en las torturas por el general Antonio Taguba, autor del informe del Ejército sobre los abusos.

Tanto Sánchez como Miller han sido acusados por la general Janis Karpinski, exjefa de la prisión de Abú Graib, de haber forzado la "guantanamización" de los métodos de interrogatorio de los presos iraquís, cuyo endurecimiento autorizó Sánchez en 25 ocasiones. Aunque no se ha hallado un hilo directo entre los abusos y la cúpula militar de EEUU, el Post explica que la agresiva búsqueda de información procedente de presos, sobre todo en el último trimestre del 2003, fue coordinada por el subsecretario de Defensa para espionaje, Stephen Cambone, estrecho colaborador del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.

EL DISPARATE El Pentágono negó ayer que Rumsfeld autorizase la expansión de un programa secreto de tratos coercitivos y humillaciones sexuales de los presos iraquís para sacarles información, como sostiene el semanario The New Yorker . Es una historia "disparatada, llena de errores y de conjeturas anónimas", afirmó el portavoz Lawrence di Rita.

También el primer ministro británico, Tony Blair, está acosado por el escándalo de las torturas. El diputado laborista George Galloway --suspendido de militancia en el partido el pasado octubre por su oposición a la guerra de Irak-- ha anunciado que denunciará por "crímenes de guerra" al premier , así como a su ministro de Defensa, Geoff Hoon, y al secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, Adam Ingram.

The Independent reveló ayer que seis soldados británicos serán procesados por abusos a presos iraquís.

El abuso de los presos iraquís, forzados a estar desnudos y encapuchados en posturas sexualmente humillantes, divertía a sus guardianes, según Lynndie England. "Pensamos que era divertido, así que tomamos fotografías", explicó la soldado que aparece en una foto con una correa que lleva al cuello un preso desnudo y tendido en el suelo. England afirmó que les animaban a seguir.