Musa y Murfat hace cuatro años que viven en esta casa, un piso austero en un edificio construido a medias, en una calle asfaltada a medias y en un barrio que, aunque en Turquía, es sirio a medias o incluso algo más--. Por algo será que al barrio de Altindag, en las afueras de Ankara, la capital de Turquia, le llaman la pequeña Alepo.

Musa y Murfat --por supuesto también de Alepo-- escaparon a Turquía huyendo de la guerra en Siria, como otros 3,6 millones de compatriotas suyos. Él es carpintero; ella, cuida a sus cuatro hijos, el menor de los cuales tiene apenas un año. "La vida es complicada en Turquía por los problemas económicos. Gano unas 1.500 liras al mes y soy el único que trabajo de la familia. Apenas nos alcanza", dice Musa. 1.500 liras son, al cambio actual, unos 225 euros y es algo menos de la mitad del salario mínimo turco. Es el problema del 99% de los sirios en Turquía: casi nadie consigue el permiso de trabajo y la inmensa mayoría acaba viéndose abocada a la economía subterránea. La mitad de ellos viven bajo el umbral de la pobreza.

Hasta hace un año, aunque con dificultades, con esta cifra era posible llegar a fin de mes. Pero en otoño pasado, tras la depreciación de la lira en los mercados de divisas internacionales, la inflación en Turquía se desbocó. En octubre del 2018 llegó al 25% anual. Ahora está recuperándose en niveles del 18%, una cifra que, igualmente, está lejos de ser nada recomendable para la salud económica del país.

En menos de un año, el precio de muchos alimentos, incluidos los básicos, se ha duplicado. El salario mínimo turco se ajustó a la inflación para, así, reducir el impacto que encajaba la población. Los salarios de los sirios, por supuesto, se mantienen fuera de la ley y quedaron igual que antes. "Antes pagaba de luz 50 liras al mes y ahora son 170. Las matrículas de la escuela de los niños también nos han subido. Por las fiestas, en años pasados, siempre podíamos comprarles juguetes y ropa a los niños. Este año nos ha sido imposible", dice Musa.

PALIATIVOS

Pero no todo ha sido negativo para Musa y su mujer. Hace un año se les concedió una ayuda en forma de tarjeta de crédito gratuita. Consiste en 120 liras al mes por cada refugiado en situación de vulnerabilidad en Turquía. En total, este dinero se da a 1,6 millones de refugiados. La familia de Musa y Murfat, así, recibe 720 liras al mes unos 108 euros. "Nos sirve para pagar el alquiler y las facturas. Pero ni aún así nos alcanza", sostiene el inmigrante sirio.

"No reciben grandes cantidades de dinero, claro dice Jonathan Campbell, vicedirector de la misión en Turquía del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (WFP), uno de los encargados de gestionar el proyecto de las tarjetas de crédito para refugiados, pero calculamos los gastos medios de las familias sirias. Calculamos también lo que ellos pueden ganar por sí mismos trabajando y decidimos esta cifra 120 liras por persona y mes, que creemos que permite unas condiciones mínimas para poder garantizar la subsistencia".

ACUERDO CON LA UE

Este proyecto forma parte del dinero destinado por la UE en el acuerdo firmado en el 2015 con el Gobierno turco. Según ese acuerdo, Ankara se comprometía a parar el flujo de inmigrantes a las costas griegas. A cambio, Bruselas prometió 6.000 millones de euros a Turquía en forma de ayudas.

En total, bajo este programa, se reparten 47 millones de euros al mes a los refugiados. "La UE identificó una necesidad humanitaria y proporcionó ayuda explica el portavoz de la Comisión Europea en materia humanitaria en Turquía, Mathias Eick. Es muy simplista decirle a la UE: Oh, le habéis dado 6.000 millones de euros a Erdogan para mantener a los refugiados atrapados en Turquía". Nosotros estamos ayudando a Turquía porque reconocemos el esfuerzo enorme que han hecho. No queremos dejarlos solos.

Pero aún con esta ayuda, para Murfat y Musa, la situación sigue siendo extrema: solo dos de sus hijos pueden ir a la escuela. Musa, además, sufre racismo en el trabajo. Muchas veces me vienen compañeros turcos quejándose de que qué hago yo descansando en el trabajo mientras soldados turcos están en Siria luchando. Me dicen que tendría que mostrarme más agradecido. Me duele. Nunca quise venir aquí. Si hubiese podido me habría quedado en Alepo. Nos escapamos porque en un bombardeo mataron a mi niña. Ahora tendría 10 años", explica, aguantando como puede las lágrimas para no hundirse ante un extraño.

"En Turquía la vida nos resulta muy difícil, pero escapamos de Siria no para vivir mejor sino porque allí no había seguridad --añade--. Para que no les pasase nada a nuestros otros cuatro hijos. Aquí, como mínimo, estamos seguros".