La odisea de 37 refugiados africanos que pasaron 20 días en alta mar esperando el permiso de las autoridades italianas para atracar en sus costas tomó ayer una dimensión política y amenaza con provocar una crisis diplomática entre Italia y Alemania. La ministra alemana de Ayuda al Desarrollo, Heidemarie Wieczorek-Zeul, pidió la inmediata liberación del propietario del barco de bandera alemana Cap Anamur --que es también el director de la organización humanitaria del mismo nombre-- Elias Bierdel, del capitán de la nave y de otro tripulante, detenidos el lunes por las autoridades italianas tras desembarcar en el siciliano Porto Empedocle.

"No se puede permitir que Elias Bierdel sea castigado por querer ayudar a personas que se hallaban en una situación de emergencia", afirmó la ministra en una declaración. Bierdel, el capitán del barco, Stefan Schmidt, y el primer oficial, Vladimir Daschkewitsch, han sido acusados de fomentar la inmigración clandestina, por lo que podrían ser condenados a entre 4 y 12 años de prisión y una multa de 15.000 euros (casi 2,5 millones de pesetas) por cada inmigrante que introdujeron en Italia.

La defensa

La argumentación de los italianos es: "Hemos salvado a estas personas del naufragio y ahora estamos ante el juez acusados de ser traficantes de inmigrantes", declaró un portavoz de Cap Anamur a Spiegel Online .

La prensa italiana subrayaba en cambio ayer las numerosas zonas oscuras del episodio. "Ayudar a los refugiados e inmigrantes es loable. Utilizarlos como instrumento para marcarse un punto, para ganar un juego, es injusto y, sobre todo inhumano", subrayaba en su editorial el diario Il Corriere della Sera .

Los 37 refugiados africanos fueron encontrados casualmente por el barco el pasado 20 de junio cuando se encontraban a la deriva a bordo de una lancha neumática en medio del Mediterráneo. El Cap Anamur los rescató y se dirigió a Malta, donde estuvo un día para realizar una reparación sin informar a las autoridades del país de la presencia a bordo de los náufragos.

Después de 20 días de espera, el pasado lunes, el barco recibió autorización de las autoridades italianas para atracar en Porto Empedocle. Vestidos con camisetas blancas de Cap Anamur, los africanos pudieron por fin pisar tierra ante las cámaras de medio mundo, en una lograda acción mediática de la organización que les salvó la vida. Más tarde, el navío fue confiscado, sus tres máximos responsables detenidos y los refugiados, llevados a un centro de acogida.

La versión de Cap Anamur sobre la procedencia de los africanos fue puesta en tela de juicio por Roma. La organización había dicho que procedían de la región sudanesa de Darfur, escenario de violentos enfrentamientos étnicos. Sin embargo, el Ministerio de Interior italiano aseguró, tras los primeros interrogatorios, que la mayoría son ghaneses y nigerianos.

Encierro de un diputado

Puerta de Europa para los africanos que huyen de la miseria o la violencia, Italia se enfrenta a diario al drama de los inmigrantes sin papeles que llegan en condiciones penosas a sus costas. Grupos de activistas empezaron a manifestarse ayer ante el centro de acogida donde se encuentran los náufragos.

El diputado verde Calogero Micciche se encerró con los refugiados "para hacer compañía en nombre del pueblo italiano a estos 37 seres humanos que escaparon de una muerte segura para acabar en una estructura digna de un penal". Micciche aseguró que no se irá de allí mientras no haya garantías sobre la suerte de los refugiados y de la tripulación.

Y mientras Alemania e Italia se pasan la patata caliente, el Vaticano ha terciado también en la crisis, considerando un "espectáculo indigno" la odisea del barco. "El indigno espectáculo de un barco a la deriva, con su cargamento de hombres desesperados, no puede tranquilizar ni siquiera a quien vive en costas masivamente vigiladas, a no ser que se vuelva esclavo de su propio egoísmo", escribió ayer L´Osservatore Romano .