¡Quién lo hubiera podido decir! David Blunkett, el hombre que encarna la ley y el orden en el Gobierno de Tony Blair, se sienta de pronto en el banquillo de los sospechosos. El ministro de Interior británico anda atrapado en un laberinto de celos, revanchas y pasiones, que escapa al ámbito de su vida privada. Ciego de nacimiento y amante despechado, Blunkett es, desde ayer, objeto de una investigación para determinar si utilizó sus poderes oficiales en favor de la mujer con la que mantuvo durante tres años una relación sentimental.

Lo que fue miel se ha tornado hiel entre el ministro del Gobierno laborista, de 57 años, y la periodista estadounidense Kimberly Quinn, 13 años más joven, directora del semanario conservador The Spectator . La mujer y el policía mayor del reino habían iniciado una aventura en el 2001, la misma época en la que ella se casó con Stephen Quinn, de 60 años, director de la revista Vogue .

La flamante esposa quería tener hijos y su marido, estéril tras una vasectomía, se sometió a otra operación para revertir el proceso. Un año más tarde nacía un niño, William, lo que no impidió a los amantes seguir con su relación amorosa. El pasado verano, embarazada de nuevo, Kimberly rompió con Blunkett, temiendo por su matrimonio y sabiendo que la prensa había descubierto el romance.

Herido, el hombre todopoderoso que con tanta soltura recorta libertades ciudadanas invocando amenazas terroristas y envía a la cárcel a extranjeros sin juicios ni cargos, encajó mal el plantón de la mujer con la que estaba obsesionado. Hace una semana, los diarios comenzaron a hablar de la batalla entre Blunkett y su examante, a la que reclama la paternidad de William y del bebé en camino. A la petición de una prueba de ADN, Kimberly respondió filtrando un correo electrónico en el que se acusa al ministro de haber utilizado sus poderes para tramitar un visado a la niñera filipina del pequeño.

Viaje a España

De ser esto cierto, algo que Blunkett niega, su carrera estaría en peligro. El ministro también ha sido acusado de otros asuntos menores, como haber alertado a los padres de su amante de una amenaza terrorista en el aeropuerto neoyorquino de Newark, de haberse marchado con ella a España utilizando escoltas oficiales, y de haber protegido con guardias las puertas de su casa en Londres durante una protesta antiglobalización.

En pleno escándalo, Blair expresó ayer su "plena confianza" en el ministro, que fue quien pidió, dijo, "una investigación independiente". La misión la llevará a cabo el antiguo funcionario del Tesoro, sir Alan Budd. Lo único seguro es que el primer ministro luchará para no perder al brazo ejecutor de sus políticas.