La diplomacia del insulto funciona. Al menos para Donald Trump. El presidente estadounidense ha logrado la cabellera del embajador británico en Estados Unidos, Kim Darrock, al que calificó el martes en un tuit virulento de «chiflado», «estúpido» e «imbécil pomposo». Ayer, Darrock habló con la primera ministra, Theresa May, para informarle de su renuncia. La noticia, divulgada poco antes de la intervención semanal de May en la Cámara de los Comunes, provocó una auténtica convulsión entre la clase política. «Le he dicho que lamento profundamente que considere necesario el dejar su puesto como embajador en Washington. Todo el Gobierno le dio el martes su total apoyo», dijo May. «Un buen gobierno depende de la capacidad de los funcionarios de dar consejos francos y completos. Quiero que nuestros funcionarios tengan la confianza necesaria para hacerlo», añadió la primera ministra.

La Casa Blanca había cortado toda relación con el embajador desde que el domingo un diario británico publicara unos informes confidenciales de Darrock calificando la administración Trump de «inepta», «inestable», «incompetente» y «disfuncional». La crisis ha estallado en plena campaña para la elección del próximo primer ministro. Tras la renuncia, el dedo acusador apuntaba al favorito, Boris Johnson, amigo de Trump. Varios informes periodísticos aseguran que Darroch decidió marcharse cuando la noche del martes vio el debate en televisión entre Johnson y su rival, Jeremy Hunt. Johnson se negó a respaldarle, alegando que las relaciones con EEUU eran más importantes que los casos particulares. Johnson será probablemente quien deba designar el próximo embajador y Trump espera que ese nombramiento sea el de alguien que a él le convenga.