Donald Trump volvió a utilizar ayer su visita de estado al Reino Unido para intervenir de lleno en la política británica. Durante la conferencia conjunta con Theresa May, elogió a algunos de los enemigos de la primera ministra y entró a juzgar a varios de los aspirantes a sucederla. May aguantó humillada las especulaciones con una sonrisa forzada. «Conozco a Boris (Johnson), puede hacer un buen trabajo. Conozco a Jeremy (Hunt, el ministro de Exteriores), puede hacer un buen trabajo. No conozco a Michael (Gove), el actual ministro de Medio Ambiente», declaró. Al líder de la oposición, Jeremy Corbyn, lo calificó de «fuerza negativa».

La agenda oficial con la primera ministra saliente era solo la parte oficial de la jornada. Buena parte de la atención estaba puesta en los posibles contactos de Trump con candidatos al liderazgo y otros miembros del Partido Conservador. A lo largo del día, el presidente tuvo tiempo de hablar por teléfono durante 20 minutos con Johnson, que declinó la invitación a una entrevista cara a cara porque le coincidía con un encuentro de campaña con otros aspirantes.

MÚLTIPLES REUNIONES

Trump sí se entrevistó en cambio con Gove, que podría estar frente a Johnson, según las encuestas, en la última fase del proceso eliminatorio de selección. Hoy lo hará con Hunt. Además, Trump recibió en la residencia del embajador americano, donde se aloja, al líder del Partido del Brexit, Nigel Farage, quien comentó en un tuit: «Buena reunión con Presidente Trump. Realmente cree en brexit y está encantado con el viaje a Londres». Trump también recibió a los exministros conservadores Iain Duncan Smith y Owen Paterson, abogados ambos de la línea dura del brexit y la salida sin acuerdo.

«El brexit debe y va a ocurrir», afirmó Trump, que ofreció a los británicos el caramelo envenado de un acuerdo comercial «extraordinario», «muy, muy sustancial», una vez concluida la salida de la UE. En la conferencia de prensa con May aludió al «tremendo potencial» de un futuro pacto bilateral, cuando los británicos dejen la Unión Europea. Un acuerdo que puede ampliar por «dos o tres», señaló sin ofrecer detalles, el actual intercambio comercial entre ambos países, valorado en 240.000 millones de dólares el pasado año.

Pero Trump confirmó que en la negociación estará incluida la sanidad pública británica, entre otros sectores de la economía. May se apresuró a añadir: «Pero en los acuerdos comerciales, por supuesto, las dos partes deciden lo que debe o no debe estar incluido en el futuro pacto comercial». El brexit duro podría suponer la entrada de las empresas farmacéuticas, aseguradoras americanas y otro capital privado en el sistema de salud británico, gratuito y universal hasta ahora.

La conferencia en los salones del Foreign Office era la amarga despedida de la escena internacional de la primera ministra, que este viernes dimitirá como líder del Partido Conservador. Su posición durante la visita presidencial no ha sido ciertamente la que ella esperaba. Cuando hace tiempo se programó el viaje de Trump, May contaba con haber finalizado a estas alturas el brexit, tener el país encauzado hacia una salida ordenada de la UE y sentarse a hablar seriamente con el mandatario americano sobre del futuro acuerdo comercial bilateral. La realidad ha sido completamente distinta. El brexit le ha costado el puesto a May.

La administración americana deberá esperar aún a que finalice el periodo transitorio de salida, si al final hay acuerdo.